A pesar de llevar durante años la jefatura de policiales del diario argentino Clarín, él considera que la inspiración para sus tramas más oscuras las encontró cuando formaba parte de la sección de espectáculos. Horacio Convertini pasó ayer por el I Festival Atlántico del Género Negro para hablar de una dualidad que tiene perfectamente delimitada: "El periodismo me da de comer y la literatura mucho placer", remarcó antes de conceder algunas pistas de la última novela que ha publicado en España.

¿Qué se van a encontrar sus lectores españoles en "New Pompey"?

La historia arranca en el invierno de 2001, justo cuando la crisis en Argentina solo es un rumor, un oleaje que aún no se escucha muy bien, pero que ya se ve venir... En esa escenografía hay un hombre de 40 años que está viviendo su propia crisis (Cali) y que decide regresar a su barrio natal, un lugar llamado Nueva Pompeya, tras pelearse con su pareja de toda la vida (José). El protagonista es homosexual y retorna a casa tras el fallecimiento de su madre. Es una vuelta llena de fantasmas y recuerdos dolorosos que estallan la noche en la que "el chino", su mejor amigo de la adolescencia pero del que no tenía noticias desde hacia 20 años, toca el timbre de su casa para proponerle un robo. "El chino" le informa que en el club donde ellos crecieron hay una caja fuerte con 300.000 dólares que se ganaron a través de corrupciones y que él sabe cómo abrirla... En ese instante se juntan el drama personal del Cali con la aventura exótica que le acaba de proponer "el chino"... ¡No voy a contar más! (ríe).

¿Usted identifica bien la línea que separa al periodista del escritor?

Son dos parcelas de mi vida que están muy bien separadas... ¿Qué le aportó el periodismo a mi literatura? Por lo pronto no tener miedo a enfrentarme a una página en blanco y, en un segundo plano, cierta rapidez para aprovechar al máximo el poco tiempo que el propio periodismo me deja para la literatura. Y no mucho más. El periodismo, además, inyecta ciertas manías en la escritura que no son convenientes para la narrativa. Eso es algo que hay que aprender a pulir. Pero, sobre todo, el periodismo me da un sueldo todos los meses que es fundamental para seguir viviendo. Como todos muy bien saben, la literatura es una extraordinaria golosina de producción de pobres: el periodismo me da de comer y la literatura mucho placer.

¿Aún hay miedo a ese folio en blanco?

No, no, no... ¿Miedo? Eso creo que no lo hubo nunca. Siempre que me enfrenté a un folio en blanco para canalizar unas necesidades creativas que no me daba el oficio que he ejercido durante más de 30 años hallé muchas satisfacciones. El periodismo ha sido muy generoso conmigo, pero a veces pone frenos a la creatividad. Esa hoja en blanco se llenó de guiones e historietas, de guiones de cine y finalmente de relatos y novelas. En ningún caso tuve la sensación de estar viviendo un hecho traumático. Este es un género que se alimenta de lo más sórdido del alma y de la sociedad.

Usted también utilizó el cuento como puente para llegar a la novela, ¿no?

Exacto. Mis primeros intentos fueron en cuentos y me fue muy bien. Varios de ellos lograron algunos premios y fui armando un libro con ellos que funcionó. El siguiente paso fue probarme en la novela y tampoco me puedo quejar: también me está yendo muy bien (sonríe). En mis novelas hay oscuridad, perversión, mentiras, trampas y traiciones...

¿Cree que el Tenerife Noir va a encontrar puntos de anclaje en la creación literaria argentina?

Yo no sé lo que puede pasar en el futuro, pero a día de hoy sí que está buscando esos puntos de anclaje entre las dos narrativas. Eso es algo muy valioso para los autores del extremo sur del mundo... Aquí hay buenos narradores como Alexis Ravelo.

¿Con Alexis Ravelo hay algún que otro paralelismo?

Por lo pronto los dos somos calvos y ambos hemos disputado duramente la presidencia de la liga alopécica de escritores. ¡La ganó él! También me ganó el Hammett en el 2014. Alexis es un grandísimo escritor, un tipo entrañable que canta muy bien el canto. Yo tengo la teoría de que Ravelo es argentino. Eso es algo que algún día lo voy a poder comprobar. En cuanto encuentre su partida de nacimiento se va a aclarar todo (silencio).

Canarias y Sudamérica están unidos por unos lazos sociales y culturales que han generado un mestizaje por lo menos peculiar, ¿eso se nota en las formas literarias?

Yo no tengo los mejores conocimientos lingüísticos para asegurar que eso es así, pero sí que puedo decir que cuando leí "La estrategia del pequinés" (Alexis Ravelo) jamás me sentí marginado por el lenguaje. A veces ocurre que algunas novelas escritas por españoles como vos, pero que están en distintas áreas del globo, te generan barreras o de ripio en la lectura. Eso no me ocurrió con Alexis.