El artista cubano Juan Carlos Sánchez (La Habana, 1963) se considera un pintor de anécdotas, basadas en ese cúmulo de vivencias, emociones, sentimientos y experiencias que definen su vida día a día. Este creador plástico, además de director de arte en diversas películas, expone su última obra en la galería Espacio Abierto de Santa Cruz, hasta el próximo 31 de marzo.

No sin cierta ironía, ha decidido bautizar la colección que presenta en la capital tinerfeña con el título de "Test de Apgar", ese completo examen clínico que se realiza al recién nacido después del parto para valorar su estado en general. Esta actitud es la que preside las veintitrés obras que ha realizado con técnica mixta sobre lienzo, acrílicos, carboncillo, café líquido y otros materiales que le ayudan a expresarse libremente.

"La gente los ve distintos a los anteriores. Yo no lo siento así, porque he arrastrado elementos, maneras de facturar los cuadros... Por eso lo titulé así, porque es un análisis en el que me detengo y veo en qué estado están las cosas, tras 30 años que llevo pintando y en medio está el cine".

Una realidad que define la pintura de este artista, que reside en el Sur de Tenerife desde hace ya una década, es la presencia del ser humano en la mayoría de sus composiciones, centro de sus crónicas pictóricas.

"Hay cantidad de conversaciones que se tienen a diario y lo que hacen la mayoría de las personas es comentarlas. Yo tengo la virtud de poder también dibujarlas. Es un recurso más para poder contar a mi manera, que quede plasmado. Me detengo en cualquier cosa y hago de eso una anécdota. Siempre son cuadros muy anecdóticos y me complace eso, hechos para que la gente se detenga. Siempre hay historias, un cuento que hacer, y la gente se lleva sus conclusiones. Por ahí van los tiros".

También es verdad, y lo tiene muy claro Sánchez, que hay muchos temas de los que se hablan en esta vida, y otros que solo se hablan con uno mismo, aunque él considera que no tiene límites en este sentido, sino los que pueda establecer su entorno.

"Uno habla o procesa de todo en su interior, aunque no todo se puede exponer. Lo que más anhelo es tratar de pintar como yo quiero, sin tener normas, sin acotarme nada, aunque eso a veces atenta contra el comercio porque, quizás, la gente compra cosas más bonitas que una obra tuya, pero soy feliz haciéndolo así".

El estilo de este pintor se inscribe en un expresionismo figurativo que refleja esa peculiar visión de la vida que le caracteriza.

"Es muy raro que haga un cuadro abstracto. Siempre hay figuración y siempre arrastro personajes o elementos muy pequeñitos en correspondencia con los que los rodean. Arrastro globos aerostáticos, cajas de sorpresas, elementos que voy repitiendo en la obra y que, a medida que pasan los años, se van perdiendo unos, otros se van quedando y otros se rescatan".

Otro recurso estético que utiliza en algunas de sus obras es la incorporación de textos, gráficamente muy plásticos, además de encerrar mensajes que el espectador se ve obligado a leer.

Con respecto al color, "lo que tenga a mano", aclaró. "Eso lo aprendí en Cuba. Ahora han aparecido unos colores más, pero por inercia, no porque quiera una paleta nueva. Tengo un oficio muy fuerte, me paso el día pintando, no tengo límite. Los colores los combino con carboncillo, con café líquido y a base de pátinas voy envejeciendo las cosas, pero no tengo una paleta exacta. Raspo, diluyo, borro, lavo, lo hago de nuevo. Es un proceso largo, muy elaborado".

Su faceta cinematográfica le llevará ahora a Cuba para participar en una película como director de arte. Ya fue supervisor de efectos especiales en el filme "Juan de los muertos", de Alejandro Brugués. También trabajó con Jaime Falero en sus filmes "El Clan" y "The bunker", entre otros trabajos.