Después de los monólogos "Mi pasado en b", interpretado por Javier L. Patiño, y "#sobrejulieta", en la piel de Carlota Gaviño, la compañía Grumelot cierra ahora el triángulo de esta particular trilogía con la puesta en escena de "John Wayne al pie del monte Urgull".

La pieza está protagonizada por Íñigo Rodríguez-Claro, en lo que representa un proyecto escénico, casi una experiencia vital, que así es como traducen los miembros de esta compañía madrileña la investigación, tal vez la búsqueda de respuestas sobre su propia identidad, como consecuencia tanto de su historia individual como la de todo ese conjunto de referentes, tópicos y arquetipos que los definen y singularizan como parte de los elementos que conforman la etiqueta de una generación.

Y sorprendentemente, o quizá no sea absolutamente así, los referentes que parecen mostrarse como piezas necesarias e indiscutibles para la construcción de esa identidad no se restringen exclusivamente a un imaginario de tradiciones, mitos, leyendas, ficciones o la memoria oral, todos ese equipaje que conforma la cultura de un pueblo, sino que, como sucede en este caso, pueden viajar desde el monte Urgull, en la misma Donosti, a las inhóspitas llanuras del legendario Monument Valley donde el icónico cineasta John Ford construyó el espacio mítico del western clásico.

Carlota Gaviño, codirectora junto a Javier L. Patiño de este montaje que se pone en escena hoy, viernes, y mañana, sábado, desde las 20:30 horas, en el espacio escénico del teatro Victoria de la capital tinerfeña, dice genéricamente de este trabajo que representa "un viaje hasta los recuerdos del pasado, hacia la construcción de uno mismo".

A propósito, Carlota subraya sobre el pasado -en sí un concepto clásico- que "es el mismo para todos: la infancia, la niñez, la historia de la familia... Al fin y al cabo actúan como referencias universales".

Iñigo permanece solo en escena por espacio de una hora y media, enfrentado a su pasado como un sostén que le permite "narrarse" a sí mismo, junto a la imagen de John Wayne, acaso el personaje que simboliza a su abuelo, en compañía de los demonios familiares, frente a la mirada analítica e indiscreta del público. "El escenario se convierte en el lugar donde el actor se expresa física y emocionalmente", algo así como un territorio que convierte en su mundo particular y en el que asume el papel de director de su propia "película".

El público compartirá así espacio y tiempo en un universo estético donde Íñigo, "armado" con revólver, vaquero y entre el polvo del tiempo, proyectará la "película" de su pasado entre disparos, trenes, ventiscas, el desierto... y también con los playmobil, símbolos de los miembros de esa familia nuclear del País Vasco.

Y así recordar para reinventarse.