Los personajes toman vida propia y de ahí que de aparentes elementos de ficción llegan a convertirse a lo largo del relato hasta en constructores del destino de sus propias historias. Así lo percibe Manuela Jiménez Parrondo (Madrid, 1949), quien presentaba ayer en el Espacio Cultural de El Corte Inglés de Tres de Mayo su última obra, "La jarra de plata".

Esta creadora admite que se divierte mucho mientras escribe. "Lo hago según el pulso que me van marcando los propios personajes, y lo digo sin ningún tipo de pose". En el caso de esta novela asegura que "los protagonistas me llevaron por un camino bastante tortuoso y también hasta algo peligroso, que la verdad yo no había siquiera imaginado cuando comencé a desarrollar la historia".

El hecho de presentar en público su obra más reciente le deja siempre "ese regusto de un proyecto ya terminado", lo que representa un estímulo que la anima a continuar escribiendo. "De hecho, ya estoy metida de lleno en otro nuevo relato", explica.

Su condición de licenciada en Historia del Arte no la ha llevado a inclinarse por el llamado género historicista. "Mis novelas cuentan historias de personajes cotidianos que se enfrentan a situaciones extremas" y ellos mismos eligen el camino para resolverlas, en relación con las circunstancias y el ambiente que se genera junto a sus compañeros de historia.

La sinopsis de la obra refiere la figura de Alfredo, quien después de trabajar durante más de veinte años en una multinacional se queda en paro. De esta etapa laboral sólo le queda el consuelo de recibir un cheque en concepto de indemnización por una cantidad más que respetable, al menos para un pobre diablo como él.

Y sin ganas de darle explicaciones a sus allegados decide abandonar la ciudad de Madrid con el propósito de desconectar durante un tiempo, pero la avería de su coche lo detiene en un pueblo de las afueras de la capital.

Mientras espera que llegue la pieza de repuesto para su Audi, decide hospedarse en Los Carrizales, un viejo hostal regentado por la señora Patro, última descendiente de una conocida familia de posaderos. Durante sus paseos por el pueblo repara en un viejo anticuario, donde compra una antigua jarra de plata, panzuda y abollada. Al día siguiente, movido por la curiosidad, adquiere en el mismo establecimiento unos viejos manuscritos que relatan la historia de un marqués del siglo XVIII. Y es a partir de entonces cuando su anodina existencia va a dar un giro de ciento ochenta grados.

La autora del libro precisa que ni la jarra ni los viejos manuscritos "representan objetos importantes en cuanto a su valor histórico, sino que se trata de elementos codiciados por ciertas personas" y de ahí el nudo que alimenta la historia.

La trama, sin llegar a ser estrictamente de novela negra, se acerca en algo a este género. "De hecho, tiene lugar un asesinato y durante la narración están presentes episodios de intriga".

Sí reconoce la autora que el factor del suspense es un recurso que está latente en sus relatos, quizá de una manera más evidente en las obras más recientes.

En "La mirada del basilisco" y "El guardián de las ménsulas", por ejemplo, son reconocibles elementos que descubren sus conocimientos como historiadora del arte.

"La verdad es que empecé a publicar bastante tarde", reconoce Manuela Jiménez, quien profesionalmente trabajó en publicidad: "Las jornadas laborales me absorbían y las prisas eran mi compañera a diario", hasta que fue asimilando los tiempos y de ahí surgieron sus obras. Participó con tres microrrelatos en la trilogía Somos solidarios y ha publicado las novelas "Seres incompletos" (2005), "La mirada del basilisco" (2007), "El guardián de las ménsulas" (2008), "¿Qué paso con Eduardo G.? (2012) y "La jarra de plata" (2015).

Mañana, jueves, a las 19:30 horas, la escritora ofrecerá una charla que lleva por título "Cómo escribir una novela de intriga", en la Librería de Mujeres de Canarias, calle Sabino Berthelot, 42.