A Miguel Fernández su abuelo "le decía" "Miguelillo" y de ahí derivo a "Yiyo", el nombre artístico de este "gitano catalán" de 18 años que lo "peta" donde baila con su mezcla de tradición y modernidad y que debuta el día 26 en Suma Flamenca. "Mi sueño es no ser uno más", dice en una entrevista con EFE.

"Será algo muy especial, como un sueño y me hace mucha ilusión", explica el artista, nacido en Sant Roc (Badalona) y que ya ha sido cabeza de cartel en más de 20 espectáculos, incluido el suyo propio, "El Yiyo: sueño flamenco".

A Madrid trae un espectáculo "con un gran abanico de grandes artistas", pero, sobre todo, con el maestro El Güito, el rey de la soleá y la farruca, con el que comparte cartel en un mano a mano de generaciones.

Los espectadores, promete, verán diferentes facetas del baile flamenco más clásico y pone como ejemplos una farruca, que hará con el Güito, "encajada" en las hechuras tradicionales, y una seguiriya y una soleá creadas por él, un poco más "a su aire".

Les acompañarán a la guitarra El Perla y Eugenio, en el cante Simón Román, el Morenito de Illora, Guañares y Antonio el Bocadillo, en la flauta Juan Parrilla y en el cajón Paco de Mode.

Le gustaría que en su debut en Madrid "surgiera el duende", que el público "captara" la magia que él quiere transmitir en lo que hace y que fuera "una noche para el recuerdo".

"El flamenco es un arte que nunca sabes cómo va a salir. Siempre intento ensayar pero también dejarle espacio a la improvisación, a que salga el duende", dice.

Y el duende es, explica, "algo inesperado". "Sales a bailar y creas un ambiente, un cúmulo de sentimientos y energía positiva, una corriente eléctrica, una conexión tan fuerte que aunque el público no entienda de flamenco sabe que ha pasado algo raro y yo he tenido la suerte de haber vivido esa experiencia muchas veces".

Tiene formación en danza clásica y contemporánea y cree que eso se nota cuando pone su 1,82 -"Ya sé que no es muy normal, pero es lo mismo que mide Joaquín Cortés", subraya- a hacer giros, desplantes y taconear.

Dice que "lo suyo" es "otro estilo de baile", que se acuerda de muchos artistas, pero que no se parece a nadie; que ha tomado y toma clases de otras disciplinas porque quiere aportar algo a la estructura del flamenco clásico, "no ser uno más".

Actuó por primera vez en una sala "mágica" de Barcelona, "La Paloma", con solo 8 años, pero él de lo que se acuerda más vívidamente, el "peazo de recuerdo" que atesora, es la primera vez que vio bailar a Farruquito (Sevilla, 1982).

"Tenía 7 años y a la salida estaba tan emocionado que me puse a bailar en la calle. Mis primos se pusieron a cantarme y, mientras tanto, él salió. Estaba ''echándose'' fotos con los fans pero me miraba a mí. Dejó a la gente, se vino pa''mí, me empezó a dar palmas y al terminar me cogió en brazos, me felicitó y nos hicimos amigos", relata.

Aún se emociona, admite, al recordar el cariño con el que le habló "el más grande", con el que ha tomado clases. "El único consejo que me ha dado y me da Farruquito es que no cambie nunca", cuenta.

Cada vez que se sube a un escenario, afirma, su máximo deseo es ser capaz de transmitir al público "lo mismo" que él siente bailando: "Una pasión que te invade", compara.

El día que pierda esas ganas y esa ilusión, afirma, lo dejará, porque aunque es "un trabajo", para él es fundamentalmente "una forma de vivir: si perdiera esas ganas no sería lo mismo".