eneralmente el comentario que trae aquel que ha visitado el Salón ourmets es de elogio puro ante el festival (y festín, si se quiere) de cuatro días en los que el producto primigenio, elaboraciones asombrosas, novedosas tendencias y presencia de personalidades que hacen todo ello posible "pasillean" entre stands en los que la actividad es frenética. ¡Las cosas del yantar, ya saben!

Tres módulos del recinto ferial madrileño, Ifema, dan para mucho y es verdad, como suele pasar con estas manifestaciones masivas, que uno no sabe por dónde empezar o dónde mirar ante tan explosiva propuesta que se divisa por doquier.

La estrategia sería aprovechar lo máximo y tener un cierto esquema para recorrer todo con cierto sentido. La intención es la que es, aunque al rato se antoja imposible.

A las primeras de cambio, aparecen "al asalto", que es a probar claro, unas virutas de ternera de irona marinadas con especias al estilo sudafricano; mejor la versión picante, que para una cerveza helada daría lo mejor de una preparación, aunque que no sé yo si esto en Canarias...

De ahí, a un stand de productos cacereños, entre ellos sus cervezas artesanas -observé que había proliferación de ellas-, con la de bellota ibérica, la de cereza del Valle del Jerte y la de castaña. En la cata, muy seria la primera y la tercera tal cual: una castaña.

Reencuentro muy grato con la cecina, que tuve la ocasión de admirar en varios enclaves (además de un paté conseguidísimo). Aparte de los matices sápidos de ahumados sutiles, más aún si se agrega aceite de oliva de forma mesurada, hay que resaltar el alto contenido en proteínas de alta calidad y hierro, así como su bajo contenido en grasas y casi sin carbohidratos.

Aún el recorrido es recto. Hace falta una bolsa para ir acopiando folletos, tarjetas y muestras de todo "pelaje". Pues verán: pedir una se presentaba tan imposible como encontrar agua en el desierto. Finalmente, en el espacio amigo de Asturias no sólo encontré la "alforja" sino también el oasis a la deshidratación.

Varios culines de sidrina natural fresquita y un par de porciones de queso afuega el pitu recompusieron los bríos rumbo a otro nuevo módulo en el que indagar.

Hasta el rincón de Azores, con sus quesos, vinos licorosos y conservas de pesquerías tan similares a las nuestras, pasamos sucesivamente por un universo de croquetas a granel (estupenda la de txuleta o la de chipirón), una salsa magistral suave y ligeramente picante para carnes; pimentones de la Vera, la tarta de queso helada de "La Abuela (ranada), perfecta para remendar estragos; y un área con toda la gama inimaginable de té e infusiones; el traguito de matcha japonés fue premonitorio; en una gran estructura un maestro nipón se afanaba en los cortes de un robusto atún despiezado. ¡Qué maravilla! Tanto crudo (con los aliños secretos) como marcado a la plancha.

La fuerte sensación marina se redobló en el stand de Plancton Marino de Ángel León. Este condimento ya autorizado lo había probado con arroz pero no tal cual. Asimilé ese puntito cremoso que depositaron en mi mano y la sensación fue tremenda: como de marea baja de esos charcos de nuestro litoral; mezclas de berberecho, ostras, spray marino,...

La bolsa ya empezaba a "requintarse" y las tarjetas sin orden a cualquier bolsillo de la americana. Dulce de leche, licor de mojito, un sake-tonic, pez mantequilla con ponzu y trufa. Sí, sí, en ese orden y con ese grado de mezcla; cerveza para desentumecer y ratito donde el pizzero Jesús Marquina ofrecía una demostración en vivo de sus especialidades.

Allí, punto de encuentro con Julius Bienert (conocido por su espacio de "22 minutos" de Canal Cocina). Ya a punto de marchar, aún no me había encontrado con paisanos, al contrario de la multitud que había saludado en Madrid Fusión.

Déjenme contarles, de forma sucinta, la anécdota. Marchaba a la "bocana" de salida cuando alguien salió a mi encuentro, requiriendo el pertinente abrazo, que acepté -intuyendo quién era- y que se completó como si de dos grandes amigos se saludaran.

Después, él me miró y espetó: "¡Bueno, pero si tú no eres Piraña, el de Verano Azul!", a lo que respondí divertido: "Yo soy Fran Belín, de Tenerife". Era el polifacético artista Pablo Carbonell, que al saber de mi procedencia comenzó a hablar de su familia de Santa Cruz. Hasta nuestros respectivos acompañantes nos apremiaron para dejar la plática para otro momento.

Felicitar expresamente al chef Íñigo Almenara (rupo Monkey), que se alzó con el primer premio de tapas con su creación Cerviche, poquito tiempo después de hacer lo propio en otro certamen relevante, el de Madrid Fusión. Su escaparate de galardones sería equiparable ya al de los deportistas de élite.