Unas décadas antes de la conquista de Tenerife por parte de Alonso Fernández de Lugo, realizada entre los años 1494 y 1496, Diego García de Herrera vino desde La Gomera, en 1464, y construyó la torre de Añazo, aproximadamente por donde se encuentra el actual cabildo. Este fue el primer fortín que se edificó con intenciones defensivas en la Isla, lugar en el que también se levantó sobre sus ruinas, a partir del año 1575, el castillo de San Cristóbal.

Estos fueron algunos de los detalles que explicó ayer Miguel Ángel Noriega Agüero, geógrafo y estudioso de la historia de Canarias, en la conferencia que impartió sobre "Atalayas, castillos y baterías: la defensa militar de Tenerife desde la conquista", en el Fuerte de Almeyda, organizada por la cátedra General Gutiérrez junto a la Sociedad Cultural TuSantacruz.

Noriega centró su alocución, sobre todo, en la capital tinerfeña por su importancia estratégica desde hace más de cinco siglos, además de tener en cuenta que fue la última isla en ser conquistada, "aunque siguiendo el mismo patrón que las otras. Lo que pasa es que el puerto de Santa Cruz de Tenerife tuvo la importancia de ser la primera plaza fortificada al ser la capital de Canarias".

La intervención de este investigador comenzó con las históricas atalayas, puntos de observación situados en determinados puntos altos de la costa desde los que se observaba con claridad la cercana llegada de barcos a la Islas, lugares que ya utilizaron los guanches desde tiempos pretéritos con la misma intención.

"La defensa militar de la Isla comenzó, cronológicamente, unos pocos años después de la llegada de los castellanos con la colocación de vigías, sobre todo en la zona de Anaga (Tafada, El Sabinar e Igueste de San Andrés), en zonas de cumbres. También en Garachico, en el Puerto de la Cruz, en Adeje, en la montaña de Guaza, e incluso en Fasnia, en torno a los puertos, en donde los vigías cumplían su labor de avistamientos, no de defender nada. Únicamente daban la alarma con humo o fuego cuando llegaban los piratas y corsarios ingleses, holandeses.... También estaba el tema de evitar epidemias. Se consideraban guardias de salud. Cuando llegaba un barco que se creía que pudiera traer alguna enfermedad y causar alguna epidemia en Santa Cruz, se daba aviso para que no entrara en el puerto y se le dejara en cuarentena".

Este estudioso incidió en el acontecer de la atalaya de Igueste de San Andrés, el famoso Semáforo, que estuvo en funcionamiento hasta el año 1970. "Hubo un periodo de uso civil, al final del siglo XIX, ya que fue utilizado por la compañía Hamilton, que estableció un atalayero que les informaba de la llegada de barcos para surtirles de carbón, agua y demás cuando llegaba a puerto. Era una ventaja sobre las demás empresas".

El siguiente paso que se dio en la defensa de la Isla fue, a partir de la segunda mitad del siglo XV, cuando se construyó en Santa Cruz la primera fortificación. Una torre en Añazo, que después daría paso al castillo de San Cristóbal. "A partir de ahí se empiezan a edificar el resto del castillos hasta el siglo XVIII. El de San Felipe en el Puerto de la Cruz, el de San Miguel en Garachico, así durante los durante los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX. Hoy en día quedan muy pocos en pie. Los restos del de San Cristóbal, bajo la plaza de España, el castillo de San Juan, el de Paso Alto, que fue reformado, el de Garachico y el de Puerto de la Cruz y San Andrés", comentó.

Acto seguido se refirió a los siglos XIX y XX, en los que ya habló en términos de batería. "Unos castillos están en desuso, otros son derruidos, como el de San Cristóbal, y otros se convierten en baterías. Estos están relacionados con la Guerra de Cuba, porque se tenía la idea de que podía haber una invasión en 1898 de Estados Unidos, por el conflicto con Cuba. Y en la II Guerra Mundial, en el año 1941, el Mando Militar de Canarias cree que puede haber una invasión aliada a Tenerife, sobre todo de la Armada británica, porque ya estaba la refinería que podía ser una manera de poder surtir de combustible a toda la flota aliada".

Aquellos temores a una posible invasión británica derivaron en el establecimiento de toda una serie de nidos de ametralladores y cañones antiaéreos en las playas de todo el perímetro costero de la Isla. "Todavía quedan restos en El Médano, en Candelaria, y en Las Teresitas. Luego se establecieron, ligadas a esas defensas de costa, una serie de baterías nuevas, como es la de San Andrés, en el promontorio situado encima del mamotreto", explicó.