Tiene calada a su gente y aprovechó al máximo la complicidad que se creó el sábado en el Auditorio de enerife. Rosana triunfó en su vuelta a "casa". ras una larga gira por tierras americanas "8 lunas" regresó al Archipiélago con ganas de fiesta. ¡Y vaya que sí la hubo! Casi tres horas de espectáculo.

Entre "El talismán" y "A fuego lento" se intercalaron casi una treintena de temas, varios monólogos y unos cuantos chistes. Con estos ingredientes era complicado que el público dejara ir a la cantante por las buenas. El concierto fue revitalizante y agotador. La que más se cansó fue la artista. Bailó, cantó, corrió, reflexionó... Sí. Rosana lanzó mensajes de ánimo a una sociedad quebrada por la crisis, pero que halló en los más de mil espectadores que se dieron una vuelta por la Sala Sinfónica un motivo para sonreír.

Rosana está en forma. Desde el patio de butacas se le vio enchufada y no se ahorró nada. Incluido un largo paseo (o baño de multitud) de punta a punta de la sala. Locura total. Ahí se agotaron los "selfies", los besos, los achuchones, los qué buena eres... Comprenden ahora por qué comencé esta humilde reseña asegurando que la conejera le tiene tomada la medida a su público. Eso sí, buena parte de su mérito lo tiene que compartir con los cuatro músicos que la acompañaron sobre el escenario.

Los años han convertido a Rosana en una especie de gurú de las letras que irradian optimismo; melodías que consiguen que el público casi se ponga de pie sobre las butacas cuando entra en trance. Ella solo dice lo que todos quieren escuchar y, encima, se lo pasa bien... Valió la pena la espera. Sus incondicionales ya están reclamando el retorno de una intérprete que sabe tocar la tecla correcta para originar una explosión de alegría.

@davilatoor