Daniel Abreu, natural de La Matanza, es bailarín y coreógrafo, además de licenciado en psicología, disciplina que está muy presente en sus producciones, tanto a nivel nacional como internacional. Posee un lenguaje propio, que ha sabido insuflar a los componentes de su propia compañía.

Este reconocido profesional intervino recientemente en el Festival Danza Tac de Tacoronte, donde presentó la obra "Undressed", pieza en la que no narró ninguna historia concreta. "Partí de gestos muy simples, que podemos hacer de una manera cotidiana, y lo que hice fue amplificarlos para transformar el cuerpo en un lugar diferente".

Fue la primera vez que participó en este evento tinerfeño y se mostró gratamente sorprendido por su celebración. "Me sorprende que se esté impulsando un festival en un pueblo donde no hay tradición. Tiene una escuela de danza, de la que yo formé parte como alumno, tiene grupos de teatro. Todo eso está ahí, pero dar el paso de tener un festival es de admirar".

Abreu aseguró que sigue muy vinculado profesionalmente con Canarias. "Mi vínculo nunca se ha roto, con los años se ha fortalecido. Una de las personas que me han apoyado siempre ha sido Roberto Torres. El vínculo también es con el Auditorio de Tenerife, que me ha coproducido dos veces, y ahora estoy pendiente de cerrar algo con él, con Danza Lab. También voy a estar en Keroxen. La imagen que tengo de Canarias desde fuera es que desde que me he ido pasan cosas más interesantes que en Madrid. Me parece admirable".

En este sentido, reconoció que Madrid "es una ciudad muy difícil, es una ciudad que asfixia y aplasta. Te pone un techo, políticamente y a nivel de ayudas. Hay mucha gente apostando, pero no crece. Me he pensado volver a Canarias. Siento que Madrid no es una ciudad en la que vaya a crecer más. Es una ciudad que mata. Y Canarias la veo como que va creciendo. Lo que pasa es que no sé si es mi lugar como persona, no como artista".

Este consagrado bailarín y coreógrafo ha desarrollado un lenguaje propio que algunos críticos comparan con la animalidad. "Yo no trabajo desde la animalidad. Todos mis trabajos requieren una fisicalidad muy fuerte, el cuerpo está llevado al extremo, pero sin sufrir. Siempre parte desde el cuerpo, de la fisicalidad. Me olvido por completo de la técnica del cuerpo, pero sí la usamos porque es necesaria para no hacerse daño y para buscar un lenguaje más amplio".

Él especificó que "yo trabajo con la idea de que los músculos, de alguna manera, tienen una memoria de cosas que han vivido, y tienen que sacarlas fuera. A través de mi ojo voy dirigiendo a los bailarines y a mi mismo hasta encontrar aquello que a mi me parece bonito (...)".

"Sabes que a veces oyes una música que con el paso del tiempo te aburres de ella. Trato de llegar a cosas que tienen tanta honestidad y tanta verdad porque forman parte de uno, que con el paso del tiempo la sigues viendo y te sigues moviendo en el mismo lugar. Y claro, se agotará algún día. Me gusta trabajar con paisajes en los que haya naturaleza, en los que esté el cuerpo, la idea de como ves los impulsos a través de la piel. Siempre son trabajos simples en ideas porque no trato de contar historias, sino que cada cosa pasa de por si y ya tiene algo que decir".

Desde que comenzó su trayectoria creativa en 2003, este inquieto creador, que mueve su danza por territorios alternativos, ha realizado una veintena de espectáculos. "Para mi los espectáculos son capas. Cada cosa que pasa en el escenario es una capa, la iluminación, la música, el espacio donde están esas personas... Es como contemplar la vida de una manera holística. Y eso pasa en los espectáculos. No es tan importante lo que se baila, sino desde dónde se baila y dónde se baila".

Este bailarín cree que la danza está tomando una vertiente "un poco experiencial en el sentido de que se está usando más con un fin terapéutico. Yo en los talleres de formación que doy trato de acercar esa comprensión de lo que uno puede ser o lo que pretende sentir y llevarlo al aprendizaje, no simplemente a la expresión con el cuerpo. Creo que es un camino que ahora está muy presente".

También es crítico con la parte comercial de la danza, porque "está cada vez más lejano de lo que es la danza. Lo que veo de los espectáculos que están más de moda o más presentes, es que la danza no es el fin. La danza es un medio para expresar todo tipo de locuras, locuras entre comillas. Otro tipo de mundo que tiene que ver mucho más, a veces, con un desahogo del artista, con una necesidad de expresar aquello que le duele. Creo que hay muchas cosas en escena que tienen que ver con el dolor. Por eso lo de la danza-terapia parece que va a ser el camino, pero no lo se".

Desde su punto de vista, la danza regresa a sus orígenes. "Creo que vuelve al cuerpo, porque ha habido unos años en los que la danza se convirtió en acción, en performance, en anular por completo cualquier tipo de expresividad codificada. Y eso está muy gastado. La vuelta va a ser codificar de nuevo el cuerpo, entenderlo, usarlo en su máxima expresión. No le queda otra".

Por último, confesó que se dedicó a la danza contemporánea porque "la clásica es una disciplina muy exigente, no solo en lo que se refiere a su ejecución, sino también a nivel físico. No todo el mundo puede bailar clásico. También me parece mucho más aburrido, porque en realidad se trata de repetir formas, que están muy cercanas a la perfección. Yo empecé a bailar muy tarde".