Si no fuera por la dimensión social del personaje que mueve esta historia, el relato que está a punto de comenzar no pasaría de ser un recuerdo más de la inmigración canaria a América. Así, buceando en el recuerdo de un antepasado nacido en Santa Cruz de Tenerife, activó la argentina María Cristina Magee, doctora en Lenguas Modernas, el pasado chicharrero de su abuelo. Al final de esta aventura aparece el escultor Guzmán Compañ Zamorano.

"Murió en 1944 y no tuve el privilegio de conocerlo, pero él vivió durante toda mi infancia a mi lado porque constantemente hablábamos de sus orígenes tinerfeños, de sus obras, de su capacidad para crear belleza", enumera María Cristina mientras saborea un café cerca del Museo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. "Ya he visto La Lechera, pero es más grande que la que se exhibe en los exteriores del Mercado Nuestra Señora de África, ¿no?", señala la ciudadana bonaerense en relación a una de las piezas más emblemáticas de su abuelo. "La belleza de su rostro es impecable. La conocía a través de una foto que apareció en el estudio que abrió en Argentina, pero cuando la ves en vivo se me empequeñece el corazón", aclara justo antes de hablar de otros bustos que pudo ver en su primera visita a Tenerife. "Delante de una de sus obras percibo la fortaleza de sus manos y una gran explosión creativa".

Compañ Zamorano dejó Santa Cruz de Tenerife en 1923. "Él tenía familiares vinculados con el mundo del tabaco en Argentina y se marchó con su madre, con su esposa y con Guzmán, el único hijo que nació aquí... Luego, en Buenos Aires, nacieron Rafael, Lolita, mi madre, y Carmita, que ya falleció", repasa una de las cuatro nietas -también tuvo un nieto- del escultor que se formó en la Escuela de Arte de Barcelona. "Cuando enfermó tuvo que abandonar el taller, pero él siempre se resistió a dejar de crear... Él reunía las migas de pan del almuerzo, las amasaba con agua y las convertía en flores", recupera de una de las miles de vivencias que le transmitió su madre (Lolita).

Magee viajó recientemente a la Isla para conocer los orígenes del artista, pero no pudo hallar el rastro de su taller ni el de la tienda que regentaba la madre de Guzmán Compañ Zamorano. "Estaban muy cerca de la plaza de la Candelaria; en una zona en la que hoy se levanta el edificio del Banco del Santander, es decir, que no pude encontrar nada de su pasado en pie. ¡El presente no perdona!".

Pero los orígenes de esta búsqueda se remontan siete años atrás. "Un día entré en internet y puse el nombre del abuelo, Tenerife y la referencia de una de sus obras; no recuerdo con exactitud cuál ... La red me devolvió un cuento en el que él era el protagonista. Lo primero que pensé fue en quién podía haber utilizado su figura para hacer un relato. Al cabo de unos días supe que el autor del texto era el hijo de un familiar de Guzmán Compañ: su madre era hija de un hermano de mi abuelo. Esa me pareció una buena forma de reconstruir su pasado tinerfeño... El italiano, el español e incluso el inglés que se instalaba en Buenos Aires no renunciaba nunca a sus raíces, pero su proceso de adaptación era tan intenso que muchas veces se borraban las huellas de su pasado. Con los chinos no ocurre eso. Ellos llegan y tratan de marcar su territorio y, si pueden, hasta imponen sus reglas", comenta en relación a los primeros años de la familia Compañ Zamorano en la capital albiceleste.

La ausencia de un pasado más respetuoso con los méritos contraídos por su abuelo es, según la filóloga argentina, se convirtió en un lastre a la hora de recopilar más datos sobre un escultor que también tuvo un taller en La Laguna. "El de La Laguna no lo he podido buscar... Este ha sido un viaje para rescatar la memoria más gruesa de mi abuelo. Tendremos que planificar otro para conocer más detalles", dijo sobre un autor olvidado. "Obviamente estamos hablando de un periodo en el que no existe una comparación con lo que vivimos en la era de la información. Hoy todo es instantáneo y lo que haces en Argentina se conoce online en Nueva Zelanda... Lo que no llego a comprender es el poco reconocimiento público que tiene su obra en Tenerife. Me da la impresión de que su arte no se ha valorado en su justa medida: es un genio olvidado", censura antes de revelar que en "un texto más o menos reciente sobre la vida de Viera y Clavijo le dan un capítulo especial. La historia no crece si nos olvidados de lo que hicieron personajes que fueron claves".

Antes de enfermar de gravedad, Guzmán Compañ realizó un busto del presidente Hipólito Yrigoyen, jefe del estado argentino en los mandatos que se sucedieron entre los años 1916-1922 y 1928-1930, y un conjunto de encargos que forman parte colecciones privadas. "En casa tenemos empuñaduras de paraguas, unos nacimientos y unas tallas de pequeñas dimensiones que forman parte de nuestro gran tesoro", dice María Cristina Magee en un instante de la entrevista en la que crea una nueva conexión entre Buenos Aires y La Laguna. "Mi abuelo se hizo cargo de la restauración de un Cristo que está en La Laguna, no recuerdo bien su nombre con exactitud ni su ubicación, pero en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de Buenos Aires hay una talla idéntica... Yo suelo ir a rezar allí y, a pesar de que aún no hemos podido asegurar al cien por cien que esa talla sea de él, hay algo que me dice que podemos estar ante una de sus obras", cuenta sobre el crucificado. "Este ha sido un viaje de emociones, de encuentros, de investigar conexiones que forman parte de la vida de mi abuelo, mi madre y que, por supuesto, a mí me rozan", concluye.