En Toronto para presentar su última película, "Dólares de arena", la actriz Geraldine Chaplin confesó que tras décadas en el mundo del cine sigue sintiendo "intoxicación" al situarse frente a las cámaras.

A sus 70 años, Chaplin, fruto del matrimonio del legendario Charlie Chaplin con Oona O''Neill, es un caudal de vitalidad. "Me tienes que parar porque tengo diarrea verbal", advierte con una enorme sonrisa antes de empezar la entrevista, una más de la serie de encuentros con la prensa que tiene programadas en Toronto.

Chaplin, que ha trabajado con directores como Robert Altman, Carlos Saura, Pedro Almodóvar, Alain Resanis, Richard Attenborough o Martin Scorsese, se deshace en elogios para "Dólares de arena" y sus directores, Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas.

"Me siento muy conmovida por la película. Y creo que es la primera vez que he visto una película en la que estoy yo en un estreno. Me siento totalmente absorbida por la película", empieza a decir la actriz.

"Pero esta película es tan emocionante. Me llegó al fondo del corazón y estoy muy orgullosa de ella. ÑQué lujo!" exclama ante la atenta mirada de su esposo, el cineasta chileno Patricio Castilla.

Los ojos de Chaplin se iluminan aún más, si es posible, cuando las preguntas giran en torno a su pasión por el cine y trabajar en películas.

"La única palabra que se me ocurre de lo que siento por mi trabajo y por el momento de trabajar es intoxicación. Me intoxica el trabajo. No lo hago ni por el dinero, ni por la fama, ni por la calidad de la... bueno", se interrumpe con una sonrisa pícara.

"Pero la intoxicación de tener un papel, aunque sea minúsculo o grande, de trabajarlo y de saber que uno está haciendo (...) la mejor película del mundo. En este caso lo es (...) -continúa-, siempre lo creo. Y eso es una especie de intoxicación. No es amor, pasión, energía..., pero sí una intoxicación".

La historia de cómo Chaplin terminó interpretando a Anne en "Dólares de arena" es prueba de esa pasión. Tras ver "Jean Gentil", la anterior película de Guzmán y Cárdenas, Chaplin no se pudo sacar el largometraje de su cabeza y formó su deseo de reunirse con ellos.

"De repente lo regurgitas otra vez y te hace llorar y empiezan estos grifos de agua de llorar por ese hombre. Hay algunos directores que son capaces de hacer esto, y quiero conocerlos. No soñaba trabajar con ellos, pero quería conocerlos, ver a esta pareja tan dulce", explica.

Chaplin pone en la misma categoría de esas películas que le han impactado el largometraje de Carlos Vermut "Magical Girl", que está presente en el TIFF. "Me golpeó muy fuerte", reconoce.

"Tengo mucha costumbre de rodar con personas que no tienen guión. De los más conocidos, Robert Altman", empieza a recordar.

"En la primera reunión de ''Nashville'', le dijo a todo el mundo: ''¿Tenéis vuestros guiones? Pues tiradlos. Ahora cada uno tenéis que hacer vuestro diálogo. Sólo debéis saber dónde estáis, con quién estaís, si le queréis, si le odiáis. Yo no digo nada. Si queréis escritores, hay uno aquí''".

"Y yo pensé que no lo iba a poder hacer. Pero sí. Cuando todo es lógico, lo haces. Es fácil. Y cuando no es lógico, también lo haces, porque el ser humano no es lógico. No sé explicar cómo lo hago, pero con buenos directores, lo haces. Y con malos, es espantoso. Te da vergüenza después", dice, mientras se ríe.

"La actuación, en esta película sobre todo, es saber que lo que estás contando es mentira, pero creerlo. Es una capacidad que tienen los niños. Cuando cuentas un cuento de hadas a un niño, se lo cree. Pero hay una parte del cerebro que sabe que es mentira. Pero quiere creérselo. Y eso un actor tiene siempre que guardarlo", explica.

Pero sobre todo, Chaplin quiere seguir trabajando. Tiene prevista su aparición en tres películas en los próximos meses, incluido "un papelito" en el largometraje de Juan Antonio Bayona "A Monster Calls". "No quiero parar. ÑIntoxicación, intoxicación, intoxicación!", advierte.