Ha muerto a los 85 años y solo sus primeros cinco años de vida fueron en el anonimato. Shirley Temple, la primera gran niña prodigio de Hollywood, vio rota su infancia a los seis cuando fue a ver a Papá Noel a unos grandes almacenes y éste le pidió un autógrafo.

Pero tras alegrar a todo un país durante la Gran Depresión, luchó con el mismo ahínco en su edad adulta en una dilatada carrera diplomática.

"Siempre me consideré en la misma categoría que Rin Tin Tin. La gente en la Gran Depresión necesitaba algo con lo que alegrarse y se enamoraron de un perro y de una niña pequeña", diría años después con ironía.

Algunas actrices nacidas en 1934, como Shirley McLaine o Shirley Jones, reconocerían más tarde que sus madres las llamaron así en plena "fiebre Temple".

Su inmenso carisma, su encantadora vis cómica, su prodigiosa habilidad para el claqué, sus 56 tirabuzones atusados uno a uno por su madre y títulos como "Ojos cariñosos" (1934), "La pequeño coronela" (1935) o "Rebecca, of sunnybrook farm" (1938) cimentaron un estrellato que le hizo ganar un Óscar en miniatura en 1935.

Hasta se inventó un cóctel con su nombre (una mezcla de Ginger Ale con naranja y granadina rematado por una guinda al marrasquino y un poco de limón).

Era el agradecimiento de una industria que encontró en ella la gallina de los huevos de oro, pero que nunca se molestó en preservar su inocencia.

Los grandes estudios de Hollywood tampoco tuvieron concesiones con el desarrollo natural de una niña.