"El barrio de El Toscal es como mi particular Macondo, un mundo lleno de escenarios, personajes y situaciones ideales para una novela. Y su paisaje ayuda a fomentar las invenciones que todo escritor necesita". Lo afirma Gregorio Duque (S/C de Tenerife, 1960), autor del libro de relatos "Pequeños homenajes", su primera obra publicada. El volumen agrupa nueve cuentos sobre El Toscal, Santa Cruz y Tenerife. Duque nació en el barrio, al que ha vuelto tras un "destierro voluntario".

¿Por qué "Pequeños homenajes?

Porque quería homenajear situaciones o personas, pero partiendo desde lo mínimo. Por ejemplo. hay un relato, "Revenge", de género negro sin sangre, ni tiros ni muertos, pero con intriga. Son pequeños gestos como en "24", un tributo a aquellos peninsulares que trajeron a esta tierra la sanidad o la educación desde su condición de exiliados. Es el único cuento que no se enmarca geográficamente en Santa Cruz o El Toscal, sino en un Sur imaginario de cualquier isla.

¿Cuándo y cómo surge la idea de escribir estos cuentos?

Siempre he escrito, desde los 16 ó 17 años, pero terminaba tirándolo todo a la papelera porque soy muy crítico conmigo mismo. Un día, hace dos años, a raíz de una situación personal delicada, le di estos relatos a gente cercana, familiares y amigos, y gustaron. Luego llegó el editor, Ánghel Morales, y los cuentos terminaron saliendo de la gaveta. Son relatos de crisis porque se terminaron de redactar a finales del 2008. He usado ironía y humor porque en estos tiempos es necesario reírse, sobre todo de uno mismo. Uno de los cuentos, "Tengo que cambiar", habla de lo que pasa en la Administración, que gasta en lo que no debe cuando la gente pasa penurias. Ejemplos reales del Gobierno de Canarias: el censo de Carabobo, el estudio sobre los cetáceos en Cabo Verde o las fotos aéreas de Agadir.

Su universo literario se centra en El Toscal ¿Cual es la razón?

El Toscal es mi particular Macondo porque se trata de un territorio literario capaz de aglutinar todos los géneros, todos los personajes y todos los escenarios posibles. Y también caben los inventados. Hay quien me ha visto bajar a mear al pie del árbol que centra la trama del primer cuento. Y nunca he hecho eso.

Un barrio con un muy poco conocido componente obrero.

Esa es una historia todavía por escribir. El que quiera entender El Toscal tendrá que tener ese aspecto en cuenta, igual que la tipología de las casas con los pasajes o las ciudadelas. En "Tiempo al tiempo" cuento la historia de la llegada a Santa Cruz del arquitecto italiano Alberto Sartoris, que dio nombre a la actual plaza junto al COAC. Él ya diseñó en 1950 las líneas maestras de la ciudad y tomó el mar como referencia. Estuvo con Westerdahl, con Pérez Minik o con García Cabrera. En ese cuento, salvo el policía y el comisario, todos los personajes son reales desde Isidoro Luz Carpenter a Carlos Arias Navarro.

El Toscal muestra hoy una estética bastante deteriorada.

Allí confluyen dos tipos de población. La de toda la vida, que conserva la solera del barrio, y la que vive en un edificio flamante de alto "standing" entre casas terreras. Esa gente duerme y ve la tele en el barrio pero ni compra ni vive en él. Hace poco se organizó una visita guiada con el historiador Álvaro Acuña, a la que fueron los toscaleros de siempre y de fuera solo un matrimonio chino con dos hijos. Me quito el sombrero por ellos. Yo estuve quince años fuera y tenía la necesidad de volver, pero no por nostalgia, sino por respeto al pasado. El Toscal, por desgracia, no está ni para enseñarlo a los propios vecinos. Hay que dignificarlo antes de mostrarlo.

En su libro aparece, por ejemplo, el parque García Sanabria.

Es el escenario de un relato, "Ankawa", que significa "paralante". El diálogo de un niño con un guarda termina con la ejecución del mono Masi, al que le pegan siete tiros cuando se escapa. Masi iba entonces de árbol en árbol y hoy, tras una restauración con la que no estoy de acuerdo, ya no podría hacerlo.

Otro recinto emblemático: la Ciudad Juvenil.

Aquel conflicto me hizo descubrir muchas cosas a comienzos de los años 80, en un momento clave la transición. Allí se impusieron los intereses económicos por encima de todo, incluida la democracia, y se instauró el modelo desarrollista.

"Santa Cruz es una ciudad costera que le da la espalda al mar".

Todos los proyectos enfocados hacia el mar no han sido para los vecinos, sino para los que vienen de fuera. Yo transito el paseo marítimo y no veo la mar, así que no puedo pensar en disfrutarla.

¿Continuará publicando?

No lo sé. Está claro que si lo he hecho por primera vez con 52 años mucha prisa no tengo. Lo que tenga que llegar llegará.