DESNUDOS el uno junto al otro, comienzan a explorar un territorio desconocido. Sensaciones olvidadas se van despertando a medida que Fernando acaricia con sus labios cada milímetro cuadrado de la piel de ella. Las colinas de su pecho se alzan desafiantes a los estímulos provocados con suma ternura. Y en la cima crecen erectos los picos cubiertos por la sabia perenne cuando son visitados por la lengua húmeda del que ahora es su dueño. La piel cimbreante de la mujer va marcando el recorrido a seguir, haciendo aumentar los jadeos a cada instante.

Fernando, sin soltarse de la mano de su amada, continúa descendiendo hacia la llanura de su vientre comprobando en él las huellas de la maternidad, ofreciéndole delicados besos como si se tratara de frágiles florecillas del campo, produciendo en su compañera torrentes de excitación. Los labios siguen navegando por la morena piel llegando al valle florido del deseo, donde la fuente universal del placer derrama transparentes afluentes de la esencia del ser amado.

Las manos de remedios sujetan ahora la cabeza de su amante, como si tuviese temor de ser abandonada. Los muros largos que protegen su secreta intimidad son desplazados entre si, ofreciendo a su hombre la completa libertad para ser bebida hasta la embriaguez.

Jadeos entrecortados reinaban en la superficie de la cama, y como olas de mar que mueren al descansar en la arena, llegaban al corazón de los amantes los más fuertes deseos de amar y ser amado.

Fernando abandona su posición y vuela sobre aquel cuerpo que le era entregado, alcanzando con sus labios la boca entreabierta de su amante, sintiendo como su erecto poder se acerca al cáliz abierto de su jardín, notando un fuego abrazador, permitiendo que parte de su cuerpo se funda en las entrañas de aquel volcán, ávido de tan placentero manjar.

Los brazos de la mujer abrazan con ternura el cuerpo del hombre que ahora, como nunca, comienza a ser suyo. Se sentía mujer al completo y la felicidad desborda los lagrimales, liberando la tensión que por tanto tiempo había soportado.

Los amantes, borrachos de placer, se aman sin prisas, disfrutando segundo a segundo de todas las sensaciones que perciben sus entrañas. Navegan por el ancho mar de los deseos ondulando sus cuerpos entre rítmicos vaivenes de oleadas de pasión. Sienten que la música del cielo se acerca a sus sentidos y se disponen a recibir tan fuerte melodía. Los ojos de ambos, se cierran y se abren presagiando el inminente desenlace de tan entrañable unión. Los cuerpos se agitan violentamente, los gestos se multiplican ahora por mil y la cara de ambos se relaja como el mar después de la tormenta. Las estrellas del cielo caen sobre la cama inundando de luz propia todos los rincones de la habitación. La luna se acercó al balcón y miró celosa ese momento de amor. Las flores del jardín alargaron sus cuellos para intentar descubrir lo que es verdaderamente estar enamorados. Las aves nocturnas se acercaron para ver, por qué el mundo había cambiado para aquellos dos seres que se ahogaban en amor, y así sembrar la noticia al nuevo día, de que un hombre había amado a una mujer con todo el corazón.

Abrazados, uno junto al otro, se ofrecen mutuamente besos que manifiestan el cariño de ambos a medida que la noche va dando paso al día y ellos son vencidos por el sueño.

El despertador de Fernando sonó a las siete de la mañana. Se quedó observando a su compañera y la besó muy suave en una de sus mejillas. Se levantó y se dispuso a cubrirla mirando con interés el escultural cuerpo de su amada. Se viste con el chándal y sale de su habitación para dirigirse a la calle a correr. El aire fresco de la mañana le acarició la cara iniciando una leve carrera por las cercanías del Parador.

Treinta minutos después regresa a la habitación, encontrándose aún dormida a Remedios.

-Cariño - dijo cerca de su oído - ¿Es que no piensas levantarte?

-Buenos días mi vida. - alargando sus manos para atraerlo y besarlo - ¿Qué hora es?

-Hora de desayunar. Anda, vamos a ducharnos...

-¿Juntos?

-¿Por qué no?

-Me da vergüenza. - dijo sonriendo y tapándose la cara con la sábana.

-A mi también. Pero algún día tendrá que ser la primera vez. Anda, dame tu mano.

Remedios le tomó de la mano y juntos corrieron a la ducha.

Realmente en Córdoba no te puedes aburrir, el sinnúmero de ofertas para visitar los monumentos turísticos, y lugares cargados de emocionantes historias que protagonizaron los árabes en estas tierras, te mantienen absorto y hace que el tiempo corra deprisa.

Cuando acabas de visitar las atracciones turísticas, porque suelen cerrar poco antes de anochecer, tienes a tu disposición un sinfín de tascas donde gastar el tiempo que te queda hasta que te retires a dormir.

El abanico de posibilidades que tienes para disfrutar de beber al aire libre es extremadamente extenso, nada te aburre en esta ciudad, hasta el ruido del tráfico parece gustarte.

Después de haber pasado el día realizando un tour por la ciudad, Fernando y Remedios deciden visitar un bar donde toman asiento al aire libre. El la había dejado en su casa unas dos horas antes para que se cambiara, mientras Fernando hacía lo propio en su hotel.

-Que guapa te has puesto. ¿Te has fijado como te miran? Hasta las mujeres pueden ver lo hermosa que te has puesto.

-Fernando me vas a ruborizar. Pero si te fijas bien verás que las mujeres te miran a ti, no a mí.

-Entonces lo que están mirando es la hermosa pareja que hacemos juntos. Esas señoras deben estar pensando en algo muy interesante...

-Seguro que están pensando como debemos pasarlo cuando hacemos el amor...

-Remedios ¿Nosotros hemos hecho eso?

-¡No me digas que fue un sueño! - Exclamó ella mirándole sonriente - Nunca podré olvidar ese sueño. Por eso esta noche cuando volvamos al hotel voy a intentar vivir otro sueño como el que tuve anoche.

-¿Lo compartirás conmigo?

-Hombre, tu verás.

Fernando la miraba como si aquella mujer fuera una imagen sagrada, repasaba con su mirada cada una de las facciones de la cara. Se había peinado haciéndose el pelo hacia atrás y brillaba debido a la crema que se había puesto para simular que estaba mojado. Toda esa hermosura unida a sus exuberantes pechos hacían de la imagen que Fernando estaba recibiendo un excelente paisaje imposible de olvidar jamás.

-Fernando, ¿Qué tomas? - preguntó ante la presencia del camarero.

-Un güisqui con soda.

El tiempo se les fue volando y cuando Fernando miró su reloj se sorprendió.

-Dios mío, las diez de la noche. Tenemos que irnos, tengo que repasar la conferencia de mañana.

-De acuerdo cariño.

Volvieron al Parador envueltos en una noche perfecta. Las estrellas parecían estar más luminosas que nunca y Fernando aprovechó esta circunstancia para sacar su vena de poeta, comenzando a recitarle a su amada poemas improvisados, despertando en ella una atención inusitada.

Una vez en la habitación escuchan el sonido de un piano que suena en la terraza del hotel. Ambos se asoman al balcón y miran hacia el exterior viendo a un grupo de personas sentadas en un hermoso jardín.

-¿Cómo es que no hemos ido a ese sitio Remedios?

-No hemos tenido tiempo, pero mañana podremos ir. Eso es el jardín de los Naranjos.

-Que romántico, ¿verdad?

-Si, es muy romántico. Ya he estado en él antes...

-Con algún hombre, supongo.

-No, con mis amigas. Algunas veces nos reunimos aquí, sobre todo en verano, cuando hace mucho calor. Pero anda, entra y prepárate para mañana.

-Es una buena idea. - dirigiéndose al interior de la habitación en busca de sus papeles.

El día había amanecido algo nublado y la temperatura rondaba los doce grados a las nueve de la mañana. Fernando se arreglaba con prisas para estar preparado para su conferencia a las diez y media. Mientras se vestía, Remedios le miraba con interés todos los movimientos que realizaba y él se acercaba a la cama de vez en cuando para besarla en los labios, como queriéndole agradecer su interés.

-No sabes cuanto me gustaría tener esto cada mañana al despertarme. No te imaginas cuanta felicidad me produce verte a mi lado. Deberías quedarte aquí para siempre...

Fernando se detiene, la mira y deja de prepararse el nudo de la corbata.

-Remedios yo también desearía quedarme aquí contigo, pero la vida no me permite hacer esto tan fácil. En un par de días yo me iré, pero te volveré a ver con frecuencia, cuando yo no pueda venir irás tu a Tenerife y en cada encuentro nos parecerá que estamos viviendo la primera vez. Eso es lo que debes pensar, si no, sufrirás mucho y me harás sufrir a mí. Míralo desde ese punto de vista mi amor.

-Lo sé, sé que tienes otra vida, y una mujer que te espera, pero a veces este sentimiento no puedo evitarlo... Fernando, ¿Tú me quieres?

-Sí, como nunca he querido a nadie. Pero lo cierto es que te necesito y que jamás habrá en mi vida nada ni nadie que pueda reemplazarte. - Dijo acariciando su cara.

-¿De veras Fernando?

-Creo que nunca ha salido de mi corazón unas palabras más sinceras que estas que te estoy diciendo.

-Te quiero, te quiero, te quiero con toda mi alma. - sentándose en la cama y abrazándole con todas sus fuerzas.

Después de terminar la conferencia y de despedirse de su amigo, Fernando corrió hacia la calle en busca de su vehículo. Había quedado en recoger a Remedios en su casa para desde allí dirigirse a almorzar en un restaurante del centro de la ciudad.

-¿Tienes algún lugar elegido para almorzar? Preguntó a Remedios.

-Sí, pero primero me gustaría presentarte a un amigo que tiene mucho interés en conocerte. Está cerca de aquí.

-Tus deseos son órdenes para mí. Vámonos entonces.