La artista Esther Ferrer, pionera de la "performance" en España, ve en la indignación social surgida con la crisis un buen caldo de cultivo "para que las cosas cambien" y considera "secundario" que estos tiempos de incertidumbre puedan ser un revulsivo para la creación artística.

"Lo importante es que esa indignación sea buena para la vida de todos los días. Eso es lo interesante, que dé a la gente una esperanza, un porvenir y un deseo de que las cosas cambien. Y luego, si eso se produce, ya habrá creatividad, ya habrá artistas", afirma Ferrer en una entrevista a Efe.

La artista, nacida en San Sebastián en 1937 y afincada en París desde 1973, dice que lo "importante" es tener "el coraje" de intentar cambiar las cosas, aunque admite que es difícil hacerlo cuando "hay un desánimo generalizado, con esa sensación de que nada es posible".

"Nosotros sufrimos y padecemos la crisis, pero no la hemos fabricado, de eso estoy absolutamente convencida", añade esta "performer", que en 2008 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas.

Ha dicho alguna vez que con este galardón dejó de ser "invisible" para pasar a ser "opaca". "Sigo siendo más o menos opaca, pero tampoco hay que exagerar", comenta la creadora, que siempre ha trabajado "mucho más" en el extranjero que en España, aunque en los últimos años la balanza se ha ido equilibrando e, incluso, inclinándose hacia este lado.

A Ferrer, que ha viajado esta semana a Gipuzkoa para participar en un encuentro con estudiantes de la Universidad de Mondragón organizado por la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras del País Vasco, Jakiunde -a la que pertenece-, le parece "maravilloso" si este tipo de reuniones puede servir de ayuda a los jóvenes, pero asegura que no busca dejar su huella porque no es "ni profeta, ni maestra, ni cura, ni un apóstol".

"No quiero ser pretenciosa en absoluto. La gente puede pasar perfectamente de lo que hago, sin ningún problema", dice esta mujer que para algunas de sus "performances" ha utilizado su rostro o su propio cuerpo, ha sujetado una coliflor sobre la cabeza, ha vomitado monedas o se ha desnudado.

Lleva años trabajando sobre los números primos y le gustaría dedicar más tiempo a esta serie "sin ningún miedo" a repetirse porque es lo que le interesa.

"El arte es el único espacio de libertad que puedo permitirme, donde puedo hacer todo lo que yo quiera", señala la artista, que ha trabajado en varias ocasiones para el Centro Pompidou de París, donde asegura que "nunca" le han impuesto "nada", como prácticamente en ninguna otra sala o museo.

No persigue el reconocimiento porque lo considera "completamente irrelevante" y, aunque le gusta visitar exposiciones y pasear por galerías y museos, no sigue demasiado la actualidad artística "ni de Euskadi ni de ninguna parte".

"Vivo bastante marginada del mundo del arte en realidad", añade Esther Ferrer, casada con el compositor Tom Johnson.

Dice que las "performance" han encontrado su hueco en el mercado al empezar a venderse las fotos y los vídeos de estas representaciones artísticas en vivo, aunque admite que ella nunca ha vendido mucho.

Por ello cree que, si con la crisis se reducen sus ventas, no lo notará demasiado, algo que tampoco le preocupa porque ha vivido siempre "muy simplemente" y no ha necesitado "gran cantidad de dinero" para ello.

"Los artistas españoles que viven en España y han vivido muy bien porque han ganado dinero son los que más sufren ahora porque las ventas, al parecer, se han reducido muchísimo", comenta.