"Después de dos años muy intensos he llegado por momentos a creer que pienso y siento como el Che Guevara". Lo asegura el actor Pablo Montenegro (Santa Cruz de Tenerife, 1987), afincado en Madrid, y protagonista del monólogo teatral "La última mirada del Che", que estrenó el pasado viernes en su tierra tras recorrer diferentes escenarios peninsulares desde enero de 2010.

¿Ha sido complicado desarrollar un monólogo como este?

Se trata de un intenso viaje de hora y media que puede pasar muy rápido o hacerse eterno. Me lo he tenido que tomar con mucha calma. Cada minuto es como un todo porque si te pones a pensar en el final, no lo haces. Al principio llegaba a agobiarme.

¿En estos dos años ha cambiado su valoración sobre el Che?

El Che me parecía un producto de márquetin, pero tras leer mucho sobre su figura, incluso lo que cuenta su madre en "Mi hijo el Che", ha cambiado mi óptica. Ahora hay un vínculo personal y me provoca nostalgia. Me hubiera gustado hablar con él como ser humano al margen de la ideología. Del temor que me causaban su fuerza y su potencia he pasado a la empatía y por momentos a pensar y sentir como si fuera el Che. Poco a poco he ido descubriendo su lado más humano.

¿Le ha costado traer la obra a su tierra, Tenerife?

Menos de lo que pensaba. Me han dado facilidades y han apostado por un proyecto. Volver a casa ha supuesto una responsabilidad añadida y diferente porque han venido a verme mi familia y mis amigos. No podía defraudarles.

A comienzos de 2010 aseguraba estar en formación. ¿Ha culminado ese proceso?

Trato de ser actor porque nunca se aprende del todo. Cada vez que sales al escenario partes de cero y puedes retroceder por completo o seguir avanzando.

¿Cómo llegó al Che?

Conocí al director y autor, Antonio García Molina, en otro proyecto que no salió. Un verano me llamó para hacer una prueba en Madrid y a partir de ahí comenzamos a ensayar. Estrenamos en Valladolid y luego estuvimos en el teatro Arenal y la Casa de Vacas en El Retiro, en Rivas Vacimadrid y en Tarancón (Cuenca).

¿Cuál ha sido la evolución de la obra y del personaje?

He pasado a autoproducirla porque el director no podía mantener la financiación. Afronté el reto con un presupuesto bajo, ya que hacemos teatro puro: un actor que interpreta a un personaje en directo casi sin elementos sobre el escenario, apenas un banco. El texto ha sufrido ajustes y la interpretación ha cambiado porque se ha hecho mucho más pausada. El fuego inicial del personaje ha dado paso a profundizar más en su personalidad.

¿Cuál es el mensaje si lo tiene?

Cuenta la historia de una persona que ha llevado a cabo sus ideas. Se encuentra al final de su vida y hace un repaso de su existencia. Nadie sabe qué pensaba, pero el texto apuesta por dar a conocer lo que podía haber pensado. Solo se conoce la frase que le dijo al ranger que lo ejecutó: "Dispara, cobarde, y mata a un hombre". Como ser humano quería vivir, pero era consciente de que su muerte iba a suponer un impulso a las ideas porque las que luchó.

¿Cómo le ha afectado la crisis?

Me ha convertido en productor casi sin querer y he encontrado mucho apoyo en el grupo Vangram, al que pertenezco, que aglutina a estudiantes y profesionales de Madrid y Tenerife. Nos hemos unido para dar impulso a nuevos proyectos con poco presupuesto. No solo en las artes escénicas, sino en otros ámbitos como la música o el cine.

¿Había vuelto a Tenerife para trabajar?

No. A la isla solo había vuelto para coproducir un corto de Víctor Calero, "Nubes en la sábana", y dirigir otro, "Plástico reciclable".

¿Qué proyectos tiene ahora?

Ahora tenemos en preproducción con Vagram el corto "Mentira podrida", que queremos sacar en junio. Mi idea es seguir en Madrid, pero sin olvidar la isla ni en lo personal ni en lo profesional. Y la historia del Che siempre está ahí.