Profesional, correcto y distante: así se mostró ayer en rueda de prensa Sir John Eliot Gardiner, justamente considerado uno de los grandes nombres de la dirección orquestal en las últimas décadas, referente internacional del movimiento interpretativo con criterios históricos e instrumentos de época.

Pero no fue la música barroca o del clasicismo la que ayer defendió Gardiner en el Auditorio de Tenerife. Robert Schumann, el gran compositor del romanticismo alemán, centró tanto el encuentro informativo celebrado en el Hotel Mencey como el concierto que anoche dirigió al frente de la Orquesta de Cámara Mahler y el Coro Monteverdi.

En ambos contextos, el maestro británico hizo apostolado con Schumann, al que antaño sus predecesores dirigían con algo de indulgencia (cuando no con actitud condescendiente y perdonavidas) y que hoy demanda su lugar en el terreno de la "gran forma".

"Schumann arrastró durante mucho tiempo mala reputación, ya que según sus detractores no sabía orquestar su propia música. Cuando grabamos sus sinfonías a finales de los 90 descubrimos la luz y la poesía que emanaban de su música".

Sin embargo, Gardiner cree que el reconocimiento merecido aún está lejos. Cuando se le preguntó si los directores de su generación habían contribuido a "rescatar" a Schumann para las nuevas generaciones del mismo que Mendelssohn lo había hecho con Bach en el siglo XIX, negó que la música sinfónica y coral del autor haya obtenido la misma fama y el prestigio que su obra para piano o sus geniales "lieder".

Por otro lado, Gardiner hizo una radiografía del público de la música clásica, potencialmente joven pero en la realidad viejo.

"Es complicado decir si un nuevo público está accediendo a la música -argumentó-. Sí y no. De un lado, vemos que el público que acude a las salas es calvo y anciano. De otro, hay múltiples iniciativas en las universidades y escuelas que no existían hace décadas y en las que se implican muchos jóvenes. Lo ideal sería que las distintas generaciones se mezclasen, pero en la práctica eso no ocurre, por lo que mi generación se ve obligada a trabajar para a atraer a la nueva generación a las salas de conciertos. Tenemos que ahondar en esa labor de formación", porque, apostilló, "muchos siguen teniendo una imagen pomposa y remota de la música clásica, lo que no es guay".

Sin abandonar este ámbito, el fundador del Coro Monteverdi constató que los cambios producidos en la industria del disco habían llevado "un mercado más pequeño, lo que da más oportunidades a los nuevos sellos", entre ellos el que codirige junto a su esposa, Monteverdi Productions.

Gardiner -que la próxima semana se presentará en Madrid y Barcelona con un monográfico Schumann similar al interpretado en Canarias ("Réquiem für Mignon", "Canción noctuna", obertura de "Manfred op.115" y Sinfonía nº 4)- admitió, por último, que la interpretación con criterios históricos pudo ser mirada con recelo en sus inicios, pero hoy convive sin problemas con el estilo tradicional.