"Aquí se regatea al hombre de talento y de virtud el elogio que se prodiga a cualquier zascandil aventurero". La frase es de Leoncio Rodríguez, periodista y fundador de La Prensa, pero la toma "prestada" Juan Del Castillo (Santa Cruz de Tenerife, 1943), licenciado en Derecho, profesor y funcionario jubilado, además de articulista. Este chicharrero de nacimiento, pero orotavense de adopción, acaba de publicar el libro "Retablo tenerifeño" (sic), una recopilación de artículos en prensa en los que, además de relatar sucesos e historias colectivas, retrata los perfiles de una serie de figuras isleñas de distintas épocas. Del Castillo usa la frase de Leoncio Rodríguez como fórmula para demostrar su teoría: "Muchos tinerfeños ilustres han sido injustamente olvidados por la historia y por una sociedad actual que les debe mucho".

¿De dónde procede ese peculiar adjetivo "tenerifeño" que califica a su retablo?

La frase es de Fray Albino González Menéndez-Reigada, obispo de esta diócesis entre 1925 y 1946, que en 1927 afirmó en un banquete lo siguiente: "Digo tenerifeño y no tinerfeño a sabiendas; porque tenerifeño es el natural o habitante de Tenerife, mientras que tinerfeño dice la relación a Tinerfe, es decir a los descendientes de Tinerfe, que calculo no serán muy numerosos... Esto aparte de que tenerifeño me suena mejor". Yo he adoptado el "palabro" de este dominico, distante y elitista mientras estuvo en la isla, aunque luego en Córdoba, a donde lo mandó Franco porque se llevaba muy mal con el General García-Escámez, mostró una faceta social que lo ha hecho muy querido y recordado en la ciudad andaluza.

¿Cómo y cuándo surgió la idea de escribir este libro?

Se trata de una recopilación de artículos publicados a diario en prensa entre 2004 y finales de 2009. Mi intención era divulgar la vida y la obra de ilustres de la isla que destacaron a nivel nacional. En un momento dado surgió la posibilidad, ahora ya real, de reunirlos en un libro, que ha sido posible gracias al apoyo de instituciones como el Parlamento de Canarias y el Cabildo de Tenerife.

¿Cómo afronta la tarea de escribir sobre un personaje?

Suelo ser muy minucioso y bucear bastante en las hemerotecas o los archivos, además de que me precio de tener buena memoria, aunque dicen que es "la inteligencia de los tontos". Siempre recurro a las anécdotas al final de las historias, una especie de "chispa" con base en las aportaciones personales para despertar el interés del lector. Cada personaje, salvo excepciones, tiene algo interesante.

¿Alguna anécdota destacada en estas vidas de ilustres isleños?

Hay muchas, pero me quedaría con la del magistrado Armando Barreda. En Santa Cruz había dos juzgados, el 1 y el 2. Él estaba en uno y en el otro, Plácido Fernández Viagas, un juez socialista que llegó a ser presidente de la Junta de Andalucía. Eran polos opuestos y la policía, según le cayera el detenido, esperaba a que Barreda estuviera de guardia para asegurar una sentencia dura.

¿Con cuál de estos personajes se quedaría si tuviera que elegir?

Con Nicolás Estévanez por su vida intensa, novelesca y en una época disparatada. Fue ministro de Defensa apenas 24 horas y en Cuba armó un follón impresionante e, incluso, la leyenda apunta a que pudo transportar la bomba con la que el anarquista Mateo Moral ejecutó en 1906 el atentado durante la boda de Alfonso XIII.

¿Esta tierra ha olvidado a sus hombres ilustres?

En general sí y de manera injusta. El último caso es el del militar natural de La Matanza Antonio Benavides, que le salvó la vida al rey Felipe V y fue uno de los pocos tenientes generales canarios que ha habido en la historia de España. Un absoluto desconocido para la opinión pública que murió solo y pobre en el Hospital Civil de Santa Cruz, al que ahora le han hecho un homenaje. Por lo menos tiene una calle en la ciudad, porque ahora algunos piden una para no sé qué político y hay muchos ilustres aún a los que conceder ese honor.

El historiador Marcos Guimerá lo llamó "Pregonero mayor del Reino de Canarias".

En efecto, y así lo recuerda Luis Ortega en su extraordinario prólogo, "Once claves para un retablo" que para mí es lo mejor del libro. He pregonado, entre otras, las Fiestas de Mayo y la Semana Santa en Santa Cruz, el Corpus de La Orotava y las tres grandes fiestas de La Laguna: El Cristo, en 1978, la Semana Santa, en 1986, y en mayo del año pasado San Benito Abad para completar la trilogía gracias a la gestión del alcalde y buen amigo que es Fernando Clavijo.

¿Qué cualidades debe tener un buen pregonero?

Procuro documentarme bastante, hablar con conocimiento histórico y añadir alguna pincelada personal. Me gusta mencionar a los personajes populares, a esos seres humanos anónimos que le dan una idiosincrasia única y una característica especial a su pueblo.

¿Cómo ve hoy a Santa Cruz, donde nació, y a La Laguna, en la que desarrolló buena parte de su actividad profesional?

La Laguna me encanta para pasear y por la actividad comercial de sus calles principales. Es una ciudad llena de vida y ha sido un acierto la peatonalización del casco. No puedo decir lo mismo de Santa Cruz, una capital desangelada que necesita una urgente regeneración en profundidad.

¿Trabaja actualmente en algún nuevo proyecto?

Preparo un libro sobre el médico y científico herreño Pedro de la Barreda Espinosa, otro gran desconocido, que fue compañero de Severo Ochoa, adjunto al político republicano Juan Negrín y colaborador del doctor Carlos Jiménez. Mis amigos Tomás Padrón y Eligio Hernández, herreños de pro, me animan a que siga adelante con este apunte biográfico de su paisano. Por otro lado, ya he comenzado a colaborar y espero seguir en EL DÍA con algunos artículos y en textos más extensos destinados al suplemento La Prensa.