TRAS UN VIAJE, LARGO, por todo el archipiélago canario, el poeta Nardo retornó a la península y al ser entrevistado sobre sus recuerdos más marcados de aquella etapa aseguró: "Canarias no es un lugar actual, es un lugar del universo del tiempo, es un rincón del Paraíso que Dios dejó sobre la mar, no por olvido, que el Ser Supremo no puede olvidar, sino para que las venideras generaciones nunca desconocieran la belleza absoluta en la creación del mundo.

No obstante -continuó- mi mayor impresión ha sido el contemplar la blancura total de su espuma atlántica. Si la definición que los pintores dan sobre el blanco es que se trata de la conjunción de todos los colores, la espuma que sirven de cresta a sus olas son todos los colores y uno más que proviene de otros planetas, porque tal brillo, tal sábana tendida de lienzo de Sorolla, tal estampido de la falta de color, solo se puede ver sentado sobre una roca tinerfeña."

En esta ocasión José Carlos nos regala un cuadro de guanches que al verlo te explosiona en la vista por su blanco pintado como decía Nardo, con todos los colores y uno más que proviene de otros planetas, solo el pintor sabrá de cuál extraño y oculto lugar sacó este blanco para incorporarlo a su paleta y pintar un óleo en el que se refleja al anciano Hucanon y su grupo de pescadores a las orillas del océano de Tenerife.

Para los interesados en la historia, nuestra bella historia, les contaré que este tipo de pesca se conoce como "embarbascado", donde primero el agua del recinto natural bloqueado con paredes naturales de roca era contaminado horas antes con leche de cabra y polvos de cardón (Euphorbia), un arbusto de hasta dos metros de alto con troncos suculentos cuadrangulares al inicio que luego se transforman con el tiempo en pentagonales. Sus hojas transformadas en espinas, una vez molidas, se convierten en un fuerte dormidáceo natural y se puede recolectar en las zonas costeras del sur de Tenerife.

El grupo de guanches se limitaba a recoger el pescado aturdido y adormecido para pasarlo a un exhaustivo lavado y posteriormente repartirlo entre los pescadores.

Otra de las bellas costumbres de esta pesca era la de entregar a las mujeres embarazadas que participaban del proceso de lavado el doble de ración de pesca.

El blanco del que hablaba el poeta, el blanco de las crestas de las olas, el blanco de la espuma atlántica, el blanco milagroso de la paleta de José Carlos, y el blanco de las almas de estos trabajadores guanches, se funden en todos los colores y uno más.

Escritor y periodista