A este hombre le apasiona la arquitectura, pero no podría vivir ya sin la pintura. Su estudio es un arenal, en plena calle del Castillo, en un piso que heredó de su abuelo. Y es que su abuelo era Luis Díaz de Losada. Ignacio Zerolo Díaz de Losada siempre revela su profesión: "Yo soy arquitecto"; pero cuando uno se asoma a sus soles y a sus mares, a sus contraluces, a sus charcos y a sus olas, uno se olvida de la arquitectura, que a él le apasiona, para concentrarse en un artista que puede ser hiper realista, como un fotógrafo, o laxo en las formas. Quizá por eso le gusta que le llamen egoísta en sus maneras de pintar; y odia encasillarse en un estilo definido, que indudablemente tiene.

Yo no soy capaz de describir la obra de un artista con palabras. Necesito cuadros. Por eso, aquí los tienen. Tampoco me gustan nada los tópicos, los lugares comunes que se llaman ahora, ni decir estupideces cuando enjuicio --¿y quién coño soy yo para enjuiciar nada?- la obra de un pintor extraordinario.

Sigo pisando arena en el piso destartalado de la calle del Castillo, con latas vacías de coca-cola amontonadas en el cuarto de baño y desorden propio de los genios. Porque a lo mejor es atrevido calificar ahora a Nachete Zerolo de genio, pero les juro que alguien lo hará, cuando yo la haya diñado. "Nunca premedito mis composiciones; las dejo al azar", ha escrito.

Porque los mares se los imagina, y también se imagina los soles, y las nubes. No quiere animales, ni personas (que vienen a ser lo mismo) en sus cuadros, pintados casi siempre sobre madera; y admira a Hopper y a Fiedrich, en cuanto a las soledades. También en cuanto a los soles, los árboles, los mares, los cielos.

"Quiero reflejar lo pequeños que somos ante el Universo", me dice en un papel que me ha entregado para que yo capte lo que busca, sin necesidad de más explicaciones. Y se arma un lío entre el agnosticismo, la fe y "un conflicto interno que me ocupa casi la mitad de los años que llevo vividos". Pero esto no le importa a nadie sino a Nacho. Así que dejémoslo estar.

Felizmente casado con una orotavense, vive, claro, en la tierra de ella, pero más arriba, en los altos. Su padre es un excelente médico. Y de su madre habrá heredado probablemente la bondad de su abuelo Luis, grande entre los grandes: Lago de Martiánez, puentes, carreteras, belleza por donde pisó. Y honestidad. Tremenda honestidad.

En el papel que me entrega Nacho, con sus pensamientos -que me interesan menos que su impresionante obra pictórica-, hace consideraciones casi metafísicas sobre ojos, ángulos, horizontes difuminados. Cita a Benavente y a María Zambrano. Esos folios los ha escrito, probablemente, para aliviarme a mí el trabajo de las preguntas o para ahorrarse el rollo. Pero mientras Nacho me colocaba su batalla yo miraba a sus soles, a sus charcos, a sus playas y a sus horizontes y me quedaba literalmente ebrio de tanta belleza.

Nació en Tenerife en el 76, es arquitecto por la Universidad Europea de Madrid y por Parma (Italia), se doctoró con matrícula de honor en ambas universidades. No se dedicó a la pintura hasta el 2008, mientras trabajaba como arquitecto en el estudio de Andrés Piñeiro, diseñando hoteles de lujo en Egipto y en la República Dominicana. El gran Pedro González apadrinó su primera exposición, en 2010. Ocurrió todo en una nave industrial, tal como Bofill mostraba sus proyectos arquitectónicos. Y he visto las obras de enorme formato que pinta para grandes empresas, esas que decoran los halls de las fundaciones y los despachos de los magnates de las películas americanas.

Pero no crean que estamos ante una promesa; estamos ante un artista inmenso, tan influenciado beneficiosamente por su profesión y por su pasión: la arquitectura. ¿Un pintor/arquitecto o un arquitecto/pintor? César, el gran César, siempre echó de menos ser arquitecto. Nacho lo tiene todo: tiene el genio del artista y los conocimientos académicos del arquitecto. Lo tiene todo.

Cuando lo conocí tenía las greñas por los hombros. Cuando fui a su arenal de la Calle del Castillo se había cortado el pelo y casi no lo identifiqué. Ahora estará en Miami, buscando mercado. En cuanto los yanquis vean su obra se le van a echar encima.

Ya vende salado, es decir, que la vida se la gana muy bien. A lo mejor mis torpes palabras de crítico improvisado, de esos que hablan con el corazón, le rompe su trayectoria. Espero que no y enhorabuena, Nacho. Lo has logrado tío. Enhorabuena por tus mares, tus aires, tus soles, tus soledades y tus horizontes. Enormes horizontes son los que te esperan en este mundo sólo reservado a los mejores. Y el que avisa no es traidor.