ANCIANO Y SABIO Guanche, que con la vista casi perdida por haber contemplado tanta y tanta belleza natural a su alrededor, se sienta, más a meditar que a descansar, sobre su propia obra; la mágica piedra rocosa que ha labrado días y noches, con una de las pocas herramientas que existían "la tabona". Aquí tenemos patente el más importante invento que jamás creara el ser humano: la rueda, pero tristemente fue de las cosas, de las tantas cosas, que al pueblo Guanche les dejaron sin poder concluir. Es como si hubiera existido una larga soga que se mantuviera a través de los siglos llena de nudos pero tensa, y en cada uno de esos nódulos hubiera un espléndido comienzo con final inacabado, la punta de la soga está hoy atada a la muñeca de cada uno de esos canarios, que desprecian la liberta y por consiguiente a sus propios padre; los Guanches.

Si nos rodeamos de todas las enciclopedias del mundo, al llegar al invento de la rueda, los eruditos nos dicen que la rueda proviene del término latino "rota" que procede del proto-indo-europeo rota, una forma de la raíz ret - que significa rodar, girar. Se ha sugerido en múltiples ocasiones que la palabra rueda encuentra su raíz en las lenguas de los pueblos orientales más antiguos del mundo, y que de allí pasó a los idiomas mediterráneos (griego y latín) con la migración de los indoeuropeos desde Asia a Europa, pero nadie se ha ocupado en estudiar, como un pueblo absolutamente incomunicado del resto del planeta, como el pueblo Guanche, tenía entre sus valiosas piezas de piedra y roca labradas ruedas, si bien es verdad que carecían de un orificio central y de la creación del eje, porque los castellanos aniquilaron a los ancianos que las trabajaban antes de que las pudieran concluir.

Dice Aros Echevarría: "Los otoños laborales / vive aquel obrero viejo / pues ha llegado el reflejo / de los años iniciales / de sus ansias invisibles / ni siquiera un alarido / en su labor invencible.

Anciano y sabio Guanche, capaz de subsistir con tu sabiduría natural y el esfuerzo de tu trabajo. En tu ceguera te apoyas en la garrocha, y tu único lujo era el cuenco de gofio, que con mil amores, te preparaba tu nieta. Después, tiempo y tiempo para meditar, y a lo mejor aquella noche que estabas tan cerca de crear un grueso palo que sirviera de eje a tu trabajada rueda, fue cuando atracó un barco y tu obra quedó sin concluir. Tantas cosas quedaron sin hacer…

Periodista y escritor