Con permiso de Baltasar Garzón, Eduardo Torres-Dulce es el más mediático de los hombres de leyes que desarrollan su labor en España. Conocido como el fiscal cinéfilo, este eminente jurista es también, desde hace tres décadas, un popular escritor y comentarista cinematográfico, enamorado de John Ford, Hitchcock y Hawks. Muchos le recordarán por ser uno de los pilares del recordado programa de La 2 "Qué grande es el cine", presentado por el cineasta José Luis Garci, con quien ahora comparte micrófono en "Cowboys de medianoche", el programa radiofónico que la Cadena Cope emite con un sorprendente éxito de audiencia en la madrugada de los viernes.

La claridad y elegancia que caracterizan sus textos se traslada también a las declaraciones sobre su profesión. Hace seis años fue relevado como fiscal jefe de lo Penal Tribunal Supremo por medio de una maniobra en la que muchos vieron oscuros intereses políticos. Torres-Dulce evoca este episodio sin revanchismo y muestra una ecuanimidad que debería servir ejemplo para tantos profesionales de su ramo, conservadores o progresistas. El pasado viernes, el crítico de Expansión, actualmente fiscal del Tribunal Constitucional, estuvo en Lanzarote, donde participó en un congreso sobre la reforma del código penal que entró recientemente en vigor. El cine judicial será, por otro lado, el tema de su próximo libro.

A su paso por Tenerife, Vicente Molina-Foix hablaba de la caída en picado de la crítica de cine en España y de la añoranza que sentía por la crítica que se hacía hasta los primeros años 80. ¿Comparte esa nostalgia?

Más que sentir nostalgia constato una realidad. Esa caída se ha producido, y en todos los órdenes de la sociedad. Por un lado, en los periódicos la crítica de cine ha ido perdiendo importancia y presencia, con el agravante de que en ese espacio ha irrumpido gente poco formada, que tiene poca pasión por el cine, y sí otras perspectivas e intereses. Lejos quedan los tiempos en que podía leerse en los medios escritos a firmas como Pedro Crespo, Alfonso Sánchez o José Luis Guarner. En cuanto a las revistas, hay alguna de calidad, pero no establecen referencias, como en otros tiempos lo hicieron Film Ideal, Nuestro Cine o, más recientemente, Nickelodeon. En televisión la cosa no mejora, ya que, con la excepción de TVE, la crítica ha desaparecido de las cadenas.

En la actualidad se plantea una revisión del término "cine clásico", hay incluso quien duda de su existencia. ¿Tiene base?

Como todas las etiquetas tiene su parte de verdad, o de exageración, según se mire. Desde mi punto de vista, al hablar de cine clásico nos estamos refiriendo a un periodo que va desde los años 20 hasta aproximadamente 1965, cuatro décadas en las que produce una concentración impresionante de talentos, de avances industriales, de progresos técnicos y lingüísticos que, además, tienen lugar en diferentes países, no sólo en Estados Unidos. Podemos llamarlo cine clásico o edad de oro, pero esa etapa del cine ha existido.

¿Aquel que ve con escepticismo el cine de moda y defiende a los clásicos es apartado discretamente de la tribu?

Está al menos bajo sospecha. Que te gusten los clásicos y escribas sobre ellos te lleva a ser señalado poco menos que como un dinosaurio, alguien nostálgico y anticuado. Dicho esto, yo sostengo que se siguen haciendo buenas películas, entre 20 y 30 por año, algunas de ellas notables, pero, claro, si echamos la vista atrás estaríamos hablando de cien o más, muchas de ellas obras maestras.

¿El espectador de cine es una especie en vías de extinción?

El que acude a las salas sí. El espectador de cine, tal y como lo entendíamos, pertenece a una generación que ha sido sustituida por el público "pop corn" (palomitas) que consume las películas de Spielberg y que acude al cine con unas expectativas distintas a las de antaño. Ese espectador de antes, inquieto, formado e interesado por las múltiples manifestaciones del cine va camino de perderse. Y con él, las salas de exhibición. Hace poco un ejecutivo de las más importante cadena de distribución que existe en España me decía que en nuestro país se han perdido diez millones de espectadores en los últimos años. Está claro que asistimos a un cambio de modelo, en las audiencias, en los hábitos, en la forma de entender y ver el cine. No obstante, encuentro que cada vez se ven las películas de forma más superficial.

¿Es cierto que en el inicio de su vocación profesional hay un modelo: Atticus Finch, el abogado que interpreta Gregory Peck en "Matar a un ruiseñor"?

Es un personaje que me gusta mucho, en parte porque es abogado y en parte porque es admirable, tanto en el plano humano como en el ético. Ahora bien, no tengo un modelo cinematográfico determinado. Me encanta Atticus Finch, pero también el personaje que interpreta Cary Grant en "La fiera de mi niña" o el que encarna John Wayne en "Centauros del desierto", por poner dos ejemplos. Fue mi padre, que era magistrado, el que decidió mi vocación y, en cuanto al cine, fue decisiva la influencia que recibí en los años 60 a través los círculos, revistas y cine-clubs que surgieron entonces.

¿Le ha perjudicado en su carrera tener amistades como José Luis Garci y el hecho de disponer tribunas de opinión en medios como la cadena COPE?

No lo creo. Se ha podido alguna vez utilizar como pretexto, ya que en mi profesión siempre he mantenido una postura independiente, con gobiernos de uno u otro signo. Sabemos que defender la libertad y la propia independencia no granjea simpatías. Mi dedicación al cine, a opinar públicamente sobre cine... no diré que me haya reportado admiración dentro de la carrera, pero sí satisfacción y no pienso que haya sido mal mirado por ello, otra cosa es que alguien haya pretendido usarlo para ataques por cuestiones ideológicas de adscripción partidista. Pero insisto en que no me he sentido maltratado por ningún gobierno.

Howard Hawks ocupa un lugar central en sus preferencias, de hecho hasta el título de su libro más conocido ("Armas, mujeres y relojes suizos") es una cita expresa de "Río rojo". ¿Se considera lo que en los años 50 se llamaba, un poco despectivamente, un hitchcockhawksiano?

Pues sí, para qué vamos a decir lo contrario. Mi trilogía de favoritos se completa con Alfred Hitchcock y John Ford, para mí el más grande. Pero no son los únicos predilectos: también están McCarey, Rossellini, Dreyer... Todos ellos representan para mí el cine en estado puro.

Prepara ahora un libro sobre cine judicial. ¿Por qué en la larga tradición del cine anglosajón la institución de la justicia está investida de atributos patriarcales? ¿Cuál serían a su juicio los hitos del género?

No utilizaría el término patriarcal. Lo que sí observo, especialmente en el cine norteamericano, es que junto a la crítica al sistema, de suyo poroso y con grietas, se transmite una confianza en aquellos individuos con principios y valores capaces de corregir los fallos de ese sistema. Y en cuanto a la segunda pregunta, para mí los hitos serían "Doce hombres sin piedad", "Testigo de cargo", "Anatomía de un asesinato", "Matar a un ruiseñor", "Vencedores o vencidos", "Veredicto final", "El caso Winslow" y "El misterio Von Bülow".