SIEMPRE es gratísimo recibir un libro de versos, y si llega con una dedicatoria, de esas que te dejan sabores de amistad, ya tienes el día completo.

Es lo que nos ha pasado con "Fragmentos del alma". Este poemario que se presentó en la víspera del Día del Libro -ningún día tan propio- en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés, y que estuvo lleno a rebosar, se podría haber lucido el cartel de "completo".

Ana Mª Beltrán, su autora, nace en Granadilla de Abona, aunque reside en Santa Cruz desde hace muchos años. A muy temprana edad siente el arte en el cuerpo y en el alma: pinta, escribe novelas tanto de observación como simbólicas. Pero hoy la vamos a descubrir como poeta, o poetisa, que está mejor dicho. El poemario está ilustrado por la misma autora. A la izquierda de la portada, en un pequeño recuadro, encontramos a una joven en posición fetal, para, luego en la contraportada, la misma fémina agigantarse y tomar todo el espacio.

María Barrios nos dice en el prólogo: "Después de leer los poemas de Ana Mª Beltrán, mi madre, de analizarlos uno por uno, he llegado a conocer los entresijos de su alma". ¡Qué maravilla! La hija llega a conocer de verdad a su madre por medio de la poesía. Descubre los sentimientos tan celosamente guardados y que fortuitamente salen a la luz por la propia gracia del poema.

El poeta no es que venga a contarnos expresamente su vida, pero la poesía, la verdadera poesía, la que viene implícita en el título de este poemario, se nos escapa de las manos como el agua entre los dedos, llega con toda la verdad y tan desnuda como aquellos versos de Juan Ramón Jiménez: "Te quise desnuda, sin abalorios…", de ahí el ir soltando al viento, sin darnos cuenta, los secretos más plegados al alma, de ahí que la poesía vaya dejando, a través de los versos, jirones de la vida del poeta.

Nuestra escritora deja por vez primera, anclados mar adentro, sus novelas y cuentos, sus óleos y acuarelas, para comenzar un sincero homenaje a la poesía. En la página 55 nos deja perfectamente claro la humildad que la caracteriza, cuando le rinde pleitesía al poeta Pedro García Cabrera diciendo: "Mi verso se repliega ante tu verso, / hondo, como los barrancos / que arrastran el eco de tu queja. / Mi verso se retira ante tu verso".

En las 98 páginas que componen el poemario quedan inmersos soledades, tristezas, amores y desamores; y en ese tejer y destejer la palabra sobre el bastidor de los días aparecen las dudas y los quitasueños. La poetisa se debate entre la oscuridad para buscar la luz por todos los vericuetos de su existencia, por las horas felices y mimosas del ayer, porque ella no fue niña de espacios limitados, fue niña de campo abierto, que jugaba a ser amapola entre los trigales, que jugaba a jugar que volaba. Por eso se queja diciendo: "Ahora me siento como una frágil barquilla, enredada entre una tormenta de algas / irremediablemente varada". También entona un desencanto ante el espejo: "Cada día siento la piel plegándose a mi rostro", además de un canto al reino vegetal en acertados acrósticos, y a las cuatro estaciones del año, sin olvidarse del amor a su esposo, ni de un guiño a la justicia donde dice: "Ya va siendo hora de que no nos señalen con el dedo, ¡basta ya de atropellos!".

Ana Mª, tú sabías mi opinión sobre este poemario desde que lo dejaste en mis manos. Sabes que en él hay valores más que suficientes para decirte: sigue llenando de poesía los anaqueles del corazón y promete que nos regalarás muy pronto otro florilegio de tus "Fragmentos del alma". ¡Enhorabuena! Para ti que lo escribes y para nosotros que disfrutamos con su lectura.