"Yo nací bailadora y el flamenco lleva viviendo en las puntas de mis pies y en las palmas de mis manos desde que era una chiquilla". Así define María Pagés (1963) el arte que "derramará" hoy y mañana en el Auditorio de Tenerife: "Flamenco Republic son los sonidos que salen del corazón", añadió una coreógrafa galardonada con el Premio Nacional de Danza. "Ser un referente en este país me responsabiliza porque hay que dar la talla. Es un premio para todos los que aman el flamenco", puntualizó.

Además de su profesión, ¿qué es para usted el flamenco?

Es una de las manifestaciones artísticas más bellas de la Humanidad. Su riqueza está en la sofisticación para aunar en un único cuerpo lo popular, lo antiguo, lo moderno...

¿Dónde radica su magia?

Es un arte nacido del pueblo, que no necesita una carga emotiva extra para poner de manifiesto emociones que están dentro de nosotros desde que nacemos. El flamenco ha crecido en la calle y ha debido escalar para llegar a las instituciones culturales más prestigiosas. Tiene un perfil bastante tradicional y conservador pero, a su vez, es un arte moderno que no ha parado de buscar nuevos caminos. ¿Su magia? El flamenco no necesita de un traductor porque surge directamente del corazón.

¿Sigue enamorada de él?

Cuanto más lo conozco, más me enamora. Este es un amor eterno que nunca me va a defraudar.

¿No se ha sentido desengañada alguna vez?

Como arte en sí no, puesto que el flamenco no ha parado de darme oportunidades, no sólo como persona sino como creadora. Lo de los desengaños es algo que sucede en todas las profesiones, aunque en este mundo la gente es sana.

¿Por qué se valora mucho más el flamenco fuera de las fronteras españolas?

Ya se sabe el dicho... En casa del herrero, cuchara de palo (sonríe). Al flamenco no se le trata mal en España en estos momentos, pero sí es cierto que en los años 50 y 60 la situación política del país hizo daño. España no usó bien el flamenco hace muchos años; luego se corrigieron errores y hoy es un gran arte. La mente humana es así de compleja. Yo tengo la Giralda al lado de casa y, probablemente, no la valore con la misma fuerza de la persona que la ve por primera vez o de forma puntual.

¿Ha costado muchos esfuerzos resucitar este género coreográfico?

No se imagina cuánto. Lo que pasa es que ha habido mucha gente que ha sido coherente con su trabajo y se ha empeñado en devolver al flamenco al lugar que se merece. En los años 30, por ejemplo, Lorca se nutrió de él para elaborar su poesía y los grandes ballets rusos nos miraban de reojo para montar sus propias coreografías.

Hablando de la ex Unión Soviética, María Pagés trabajó en el Baryshnikov Arts Center neoyorquino. ¿Cómo se sintió siendo la invitada de Mikhail?

Soy una mujer realista, pragmática y poco soñadora, pero cuando te dicen que un bailarín-coreógrafo de esta dimensión se acuerda de ti, tu cuerpo no puede dejar de temblar porque empiezas a ser consciente de que los sueños un día se pueden hacer realidad. Fue una señal más en torno a la universalidad del flamenco.

¿Hay buena sintonía con otras artes escénicas?

Hace tiempo que es así. Las artes se necesitan unas a otras y el flamenco siempre fue solidario. El arte contemporáneo no puede permitirse el lujo de dejar de lado a los bailaores y nosotros tenemos que creernos que somos importantes para el arte. Tú me das, yo te doy.

Usted ha hecho cine con Carlos Saura en "Carmen", "El amor brujo" o "Flamenco". ¿Se consideró alguna vez su musa?

Cuando hice "Carmen" yo era muy joven y metía mucha bulla. Creo que eso fue lo que más le llamó la atención a Carlos. Además, era una de las pocas sevillanas en el reparto. Bueno, estaba Cristina Hoyos. La gran Cristina Hoyos. Luego participé en "El amor brujo", pero donde sí que me sentí anonadada fue en "Flamenco". Ese sí que fue un gran reto para mí porque Carlos Saura confiaba ciegamente en que lo iba a hacer muy bien.

¿Tener en propiedad un Premio Nacional la obliga a estar bajo la lupa de los que se quieren fijar en usted?

Ser un referente en este país me responsabiliza porque siempre hay que dar la talla y dejarse de bromas. Ese premio es para todos los que aman el flamenco.

¿Se ha planteado cómo será su vida después del flamenco?

Pero si estoy en el mejor momento de mi carrera (vuelve a reír)... Para bailar sólo hay que imaginar y ser honesta con tu trabajo. Me siento fuerte sobre un escenario y todavía no me veo alejada de él. Será imposible que me vaya del todo porque el flamenco me atrapó de niña y aún no me ha soltado. Bailar no sólo es una cuestión física, sino que hay un componente emocional que está dentro de mí.

¿Cómo ha sido ese idilio?

Yo nací bailaora (la gente se ríe cuando me escucha, pero soy bailaora desde casi antes de empezar a caminar) y el flamenco lleva en las puntas de mis pies y en las palmas de mis manos desde que era una chiquilla. Para llegar hasta aquí es necesario que haya una larga tradición familiar y mucho trabajo.

¿Y sufrimiento?

Cuando haces lo que más te gusta el sufrimiento no existe. Hay una pena porque soy madre, pero tratamos de llevarlo lo mejor posible. Me siento una privilegiada porque disfruto cada momento, pero esta soledad se hace muy dura.

¿La soledad del artista?

Sí, y la del hijo de la artista...