De pequeño yo jugaba,

con rocines de palmeras.

¡Por todas partes trotaba

y, alegremente, viajaba,

en volquetes de tuneras!

Con un trozo de madera,

un trompo labró mi hermano.

¡La aguja de su tachuela,

brincaba desde la acera,

hasta danzarme en la mano!

En tardes de fantasía,

como un Creso, merendaba.

¡Con leche y gofio tenía,

un banquete de utopía,

que el abuelo me ordeñaba!

Once chapas de botellas,

me inflamaron los sentidos.

¡Las convertía en centellas

y... mimando a mis estrellas,

ganamos duros partidos!

Fueron latas de sardinas,

cartucheras diligentes.

¡Chinazos por las esquinas,

erizaron a vecinas,

de los barrios disidentes!

¡Es un caso singular

que, hoy, los críos en lactancia,

con mucho puedan jugar,

sin que tengan que imitar,

a los niños de mi infancia.

Rafael Zamora Méndez