Que calamidad fui,

que calamidad he sido siempre,

por no aprovechar la suerte

cuando me venía oportunamente.

Lo que pude hacer entonces,

y lo recuerdo ahora,

me da una pena terrible

no haberlo hecho en su hora.

Aquello que pasó entonces

y no vuelve a pasar más,

sólo me queda la pena

que aquella oportunidad

y alegre juventud,

ya no volverán jamás.

Aquello, como todo lo bueno,

se acaba y se pasa pronto,

y ahora recordarlo y lamentarlo,

es sólo cosa de tontos.

Mª del Carmen Pinto Dorta