Gracias, Señor, y perdón
son las palabras que empleo
cuando me dirijo a Ti
para decirte: te quiero.
Gracias por todos los bienes
que me han llenado de gozo:
el alimento, el vestido,
unos padres generosos.
Una esposa alegre y buena,
unos hijos obedientes,
un hogar libre y feliz
y unos amigos valientes.
Gracias por todos los días
que me has dejado vivir,
y por la serenidad -yo creo-
que me darás al partir.
Perdón, si cumplir no pude
todas tus expectativas,
perdón, Señor, por mis cul
[pas
y mis rachas negativas.
Perdón por no haber sabido
predicarles con mi ejemplo
a muchos que me trataron,
y acercarlos a tu reino.
Perdón, Señor, si ofendí
a alguno con mi palabra,
o si bien dejé de hacer
por cobardía o desgana.
A. Velázquez