Confiesa que aún espera una metamorfosis en el mundo de la danza de la que ya habló con su profesora hace más de tres décadas. Ana Laguna (1954) actuó anoche en el Auditorio de Tenerife con Mikhail Baryshnikov, un genio que ella se resistió a comparar con Nureyev: "Eso es muy difícil. Usted me está pidiendo que elija entre una pera o una manzana (ambas tienen su sabor y textura específica; las dos frutas son muy buenas) o que me incline entre Mozart o Beethoven", aclara sobre su última cita artística con el coreógrafo de origen letón en "Three Solos and a Duet".

-¿Ha cambiado la visión que se tiene en España con respecto al mundo de la danza?

-Se están dando unos avances, pero todo lo que se haga por y para la danza siempre es muy poco.

-Supongo que cuando usted empezó todo era más difícil.

-Sí, pero los pequeños pasos que se dieron adelante (que han sido importantes) hoy nos mantienen en la misma posición. Todo esto se mueve demasiado lento. Hace 30 años ya hablaba con mi profesora de cosas que aún no han cambiado.

-¿Qué tendría que pasar para que un país con tan buenos bailarines diera ese salto de calidad?

-Yo no paso mucho tiempo en España, pero las pocas veces que actúo aquí sí percibo que la gente que acude a ver danza sabe lo que quiere. Talento hay de sobra, pero los políticos deberían hacer algo más para promocionar la danza porque existe un error de base. Música, danza y arte dramático no deberían faltar en la etapa escolar.

-¿Lo de bailar poco en España es por algo en especial?

-No lo sé (se ríe). Sí que he bailado, aunque a lo mejor no todo lo que me habría gustado. Son cosas que pasan y que, a veces, no tienen una explicación lógica.

-¿Puede hacer una valoración sobre la etapa de cambios que se prevé en la Compañía Nacional de Danza Clásica?

-Ése es un tema que tienen que resolver otras personas porque se dan factores políticos (que únicamente se conocen en el Ministerio) de los que no puedo hablar. Lo que sí puedo decir es que España puede tener dos compañías de danza; no es necesario quitar una para poner otra.

-¿Ser un Premio Nacional la sitúa en el objetivo de muchos aspirantes a bailarines?

-Nunca me lo he planteado así. Mi trabajo consiste en disfrutar al máximo del mundo de la danza, no ser un referente que tengan que imitar otras personas.

-Afortunadamente, ya no hay tantas conductas machistas o se ha ido rompiendo la etiqueta de la danza como un "artículo de lujo" o algo elitista.

-¿Lo dice porque algunos creen que lo que hacemos no es digno?

-No, más bien por el efecto contrario; ¿por la divulgación de un arte tan hermoso?

-Sí, pero es que hoy todavía te encuentras con gente que se acerca a ti y te pregunta: ¿Bueno, y usted a qué se dedica; cómo se gana la vida? El nivel social no debería limitar la curiosidad de un niño por el mundo de la danza.

-¿Qué supuso para su carrera la llegada de Mats Ek, coreógrafo y uno de los tres creadores de "Three Solos an a Duet"?

-Siempre separo la vida sentimental de la profesional. Él es mi marido, aunque eso no supone ninguna ventaja para mí. Al contrario, el hecho de que ahora esté trabajando con él y Baryshnikov no me coloca en una posición de privilegio. Para un bailarín cada etapa profesional es como el primer día de escuela: nunca vas a saber lo suficiente.

-Usted, que ha tenido el privilegio de bailar con Nureyev y Baryshnikov, ¿se atrevería a decir quién es mejor?

-Ese es un gran dilema. Estilos diferentes, pero grandes bailarines con su propio espacio. Es imposible compararlos. ¡Dos talentos!