A mi amigo Carlos Hernández

Desde la portentosa arquitectura,

donde se palpa el fuego en sus arenas,

con volcanes asidos a las penas,

nos embriaga de hermosura.

En los roques se advierte la ternura,

impresa en una luna sin cadenas,

al tallar los alisios las sirenas,

sobre el verde sudor de la espesura.

Por el mar bullen silbos ancestrales,

porteando el sentir de la Caldera,

a modo de insumisos atabales,

y son las desnudeces incompletas,

desleyendo estandartes en espera,

el caudal donde beben los poetas.

Luis Ángel Marín Ibáñez