Dice que con "Tiempo pequeño", el título de una canción incluida en "21 gramos", ha tenido que pedir perdón por todos los gritos que dio en "Mestizo" (2004) y que "no es verdad que te hagan más caso por elevar la voz", señala Carlos Goñi horas antes de iniciar su gira por las Islas. "He actuado tantas veces en las Islas, cuatro o cinco por año desde 1994, que ya he perdido la cuenta", precisa el líder de Revólver, la banda que el próximo jueves inaugurará en la capital tinerfeña la VIII temporada del ciclo musical "Dorada en Vivo".

-En "21 gramos" se disculpó en público por lo que usted consideró un error de cálculo. ¿Era necesario después de 4 años?

-Sí que lo era -se ríe- porque el público no tenía la culpa de aquellos gritos. Me equivoqué. Creí que elevando el tono de mi voz el mensaje iba a llegar mejor y no siempre es así. Hay gritos que ofenden.

-¿Qué pasa por la mente de un compositor entre la grabación de "Mestizo" (2004) y la de "21 gramos" (2008)?

-En el silencio del estudio sientes ansiedad, miedo, ganas de crear y hasta te llegas a replantear si tu ciclo ya está acabado. La soledad del compositor es uno de los instantes más aterradores a los que te puedes enfrentar cuando proyectas cómo llenar tu próximo álbum. La inseguridad que te crea un tema que aún no ha crecido, pero que te empeñas en comparar con los que han sido aceptados por el público, es una espera cruel.

-¿En casi 20 años entregados a Revólver ha tenido que "tirar" muchas letras a la papelera?

-Nunca he tirado una letra que no me gustara; preferí olvidarla en un cajón por si algún día me arrepentía y le daba una oportunidad. Son retales que puedes llegar a utilizar cuando menos te lo esperas.

-¿Le presiona oír críticas favorables sobre sus letras?

-Algún que otro amigo me dice que me lance al mundo de la escritura, pero eso son palabras mayores. Hoy aún no entra en mis planes, pero quizás un día lo haga.

-Además, usted quiso ser profesor de Literatura; ¿esa afición por los libros de texto tiene algo que ver con su faceta de letrista?

-Una persona no sólo es lo que come, sino también lo que lee. La lectura es el alimento del alma. Si uno no la cuida, corre el riesgo de morir de desconocimiento.

-¿Está a gusto con la profesión de cantante?

-Nunca me lo habían planteado así... Soy feliz y lo mejor de todo es que jamás pensé que me podrían salir canas en los escenarios.

-¿Entonces, aún no se plantea el final de Revólver?

-Pienso en ello muchas veces al día y casi todos los días, pero me ayuda a afrontar un concierto como si fuera el último. Siempre hay un minuto para agradecer hasta dónde te han dejado llegar.

-¿Seguir con "vida" en medio de esta crisis es un triunfo?

-El negocio discográfico lleva cinco años en crisis. Cuando apareció "Operación Triunfo" se produjo un receso cultural que algunos utilizaron para dañar a la industria musical. En este mundo no sobra nadie, ni nadie es propietario de los sueños de los demás. El mío continúa intacto 20 años después, pero estoy preparado para bajarme de él cuando aparezca el día en el que diga hasta aquí llego. Es ley de vida.

-¿Ha tenido tiempo para imaginar el final?

-Siempre hay tiempo para pensar cómo deseas irte, pero hoy sigo atado a mi público. Llegará el día en el que no sienta nada por la música, no soy su esclavo. Entonces, me iré a casa con mis dos hijos y pensaré a qué me puedo dedicar yo ahora. La vida de un músico no es tan idílica como la pintan algunos. Si me preguntas qué haré cuando decida bajarme de un escenario, la respuesta es fácil; no lo sé. Prefiero seguir disfrutando de este sueño.

-¿La música, y todo lo que le rodea, le ha tratado bien?

-La música me ha dado todo lo que tengo, pero reconozco que he sido un ser atípico. Siempre me he negado a vivir como una estrella del rock para seguir conservando a mi grupito de amigos, pasar más horas en casa con la familia y decir no a cosas que, a lo mejor, me han perjudicado. Reconozco que no he tenido una relación amigable con los medios de comunicación, pero es el camino que elegí libremente. A pesar de no ser un tipo glamuroso que ha incumplido el guión que se le asigna a un cantante más o menos conocido, creo que al final he sido honesto conmigo mismo y, sobre todo, con la gente que tenía a mi alrededor.

-¿Entonces, usted valora más la honestidad que dejarse querer para caer bien?

-Si digo que no me importa caer bien, correría el riesgo de ser criticado por arrogante, egocéntrico o soberbio y los que me conocen saben que ésa no es mi manera de afrontar la vida. Es verdad que hubo un tiempo en el que no entendía algunos juicios de valor o los criterios que se seguían para premiar la trayectoria de un cantante, pero ahora vivo preocupado por no decepcionar al público que espera algo de mí. Desde el punto de vista musical, ellos son los que me mantienen con vida.

-¿Dónde está el secreto para no caer en el olvido?

-No lo sé, pero a Revólver le ha ido bien que no le pusieran una de esas etiquetas que sirven para promocionar a un grupo. Tengo claro que estoy de paso en un mundo al que le debo mucho, pero del que no me siento esclavo. En este sentido, estoy convencido de que he pagado por todo lo que he recibido para, al final, quedarme con lo más importante: la conexión que se crea en un concierto entre los músicos y el público.