El nobel Vargas Llosa, entusiasta de la filosofía liberal de Karl Popper, se ha descolgado con ataques desaforados con el afán de confundir y tergiversar la concepción del nacionalismo. Y lo hace prologándolo más allá de Cataluña, situándolo con ideas ultrarreaccionarias y con sátrapas sanguinarios como Mobutu, en el ex-Congo belga, o con Mugabe, de la excolonia británica de Zimbabwe, que se eternizaron en el poder saqueando y bañando de sangre y cadáveres a sus países.

Pero el prestigioso nobel no debe ir por ahí, ya que no todos los nacionalismos están cortados por la tijera que usa. Los nacionalismos persiguen la construcción nacional de sus pueblos, lo mismo que ha hecho España uniendo territorios por imperativo de la fuerza y del maridaje sin contar con el apoyo de sus pueblos, sometidos al poder del feudalismo y la burguesía. Al contrario de lo sucedido en su país, Perú, el 28 de julio de 1821, cuando bajo la dominación española José de San Martín proclama la independencia en la plaza de Lima con aquellas palabras: "El Perú desde este momento es libre e independiente por la voluntad universal de los pueblos".

Aparece en ese acto la "voluntad universal de los pueblos", y que sean estos los que decidan y hayan decidido a lo largo de su historia logrando conseguir su independencia, lo cual ha permitido, entre otras cosas ,que nuestro nobel tenga dos nacionalidades, la española y la peruana.

Comenta también Vargas Llosa que el nacionalismo es una ficción ideológica, y como tal puede permitirse todas las tergiversaciones históricas que hagan falta. No dudo que así haya acontecido en ese tipo de nacionalismos que invoca como carniceros y salvajes, pero los que han luchado por constituirse en nación (sigamos con Cataluña) no alimentan irregularidades históricas, y si hay algún desvío no será, ni por asomo, como aquellos que se han amparado en la ideología comunista o la liberal, la que profesa.

Las revoluciones, tanto la inglesa como la francesa, americana o bolchevique, a todas les costó sangre sudor y lágrimas. O sea, que menear la historia de unos y otros para justificar ciertos comportamientos no es un posicionamiento muy coherente que digamos.

Por otra parte, se me ocurre comentar su bamboleo ideológico, dado que en las elecciones presidenciales peruanas del 2006 no era tan reacio al nacionalismo como lo es ahora tanto con el nacionalismo catalán, como a todos los que se les ponga por el medio. Puesto que debería recordar que apoyó decidida y tajante al representante del Partido Nacionalista Peruano, Ollanta Humala, elegido presidente con el siguiente mensaje: "Yo los exhorto a votar por Humala para defender la democracia en Perú y evitemos el escarnio de una nueva dictadura". Qué cosas. La libertad que les niega a algunos es la misma por la que luchan y pelean otros.