No hay mejor sitio para leer que los aviones; no hay móviles (¡ya hay wifi!, pero es carísimo y es mejor no tocarlo) ni hay, si quieres, pesado que te sonsaque para que pierdas el sueño, el sosiego y el viaje. Y esta vez tuve suerte: de Madrid a México, en escala a Guadalajara, en Jalisco, tuve tiempo para leer todo lo que pude. Y, entre otras cosas que leí, fue buena parte de un libro que les recomiendo si no lo tienen aún: Transición, de Santos Juliá, publicado por Galaxia Gutenberg.

Para nuestra generación, la que vivió a los treinta el golpe de Estado de 1981, la Transición es la que adviene tras aquella asonada, sobre todo, con un prolegómeno ahora controvertido: la Constitución que le decía adiós al franquismo. Transición, en el concepto de Santos Juliá, abarca desde 1937, es una sucesión de transiciones que arranca al inicio de la guerra civil, ese año, prosigue con Franco ya instalado en el poder, con lo que se llamó el contubernio de Múnich, y se alarga hasta estos tiempos, en que de nuevo hemos de buscar fórmulas de consenso, como en todas esas ocasiones, para acabar con nuestra larga manía de darnos de garrotazos.

Transición, pues, ha sido cada vez que alguien ha dicho "paremos esto, pongámonos de acuerdo"; ahora mismo, y esto aparece en el importante libro que comento, los desacuerdos catalanes han conducido a una transición difícil cuyo alcance aún no está como para que nadie cante victoria. Veremos qué pasa el 21 de diciembre. Lo cierto es que cada una de esas épocas en que hemos estado a punto de acuerdo, o de entendimiento, y luego se ha ido todo al traste, están descritos por Santos Juliá con la agilidad de un escritor y con el afán dilucidador de un historiador; y, además, con la idea generosa de no dejar escritos otras cosas que hechos o datos reconocidos y relevantes, en lugar de entrar a calificarlos como si estuviera escribiéndolo mientras sucedían.

Hay en el libro un detalle en el que un canario se tiene que parar, y es cuando Santos incide en la antigua evidencia de que, en el núcleo de la guerra mundial, Canarias fue moneda de cambio apetecida por los ingleses. Ya nos apetecieron cuando vino Nelson a poner aquí su bandera. Pues en el siglo XX también, por razones estratégicas.

Santos lo dice así, hablando de la forma de Gobierno que le exigían a Franco también desde zonas conservadoras y Hitler trataba de cambiar la geografía de Europa: "Las cosas comenzaron a cambiar y el calificativo de totalitaria, para significar de qué Monarquía se trataba, a desvanecerse hasta desaparecer, cuando el curso de la guerra comenzó a girar contra las potencias del Eje desde el desembarco de los ejércitos anglo-americanos en Argel en noviembre de 1942 y la rendición de los ejércitos alemanes en Stalingrado en los primeros días de febrero de 1943. Mucho se habló entonces de una posible ocupación de las islas Canarias por Reino Unido y de la formación a cargo de un grupo de generales monárquicos, bien untados por la Embajada británica con varios millones de libras convertidas en pesetas, de un Gobierno provisional bajo un rey o una regencia reconocida por Inglaterra?" Hubo muchos rumores, dice Santos Juliá, y ese nos atañe muy directamente.

¿Qué hubiera pasado si entramos en la esfera inglesa? Muchas especulaciones se han hecho acerca de las distintas oportunidades en que eso se puso de manifiesto. Se me ocurren muchas cosas que pudieron pasar, naturalmente, pero no me imagino que la increíble fuerza de los ingleses para poner de moda todo lo que tocan hubiera acabado con los guachinches de cochino para convertirlos en pub. Todo lo demás hubiera sido posible.

Lean, en serio, el libro de Santos. Aprendes historia, pero sobre todo aprendes qué ruines hemos sido entre nosotros, los españoles, a lo largo de nuestra difícil historia. Hasta el momento presente.