En las discusiones no hay que buscar tanto las citas de las personas notables como las razones más oportunas.

Cicerón

Hay algo que debemos tener muy claro. A pesar de todo lo que podamos pensar: Los hechos no ganan las discusiones. Es una verdad inmutable, que nos cuesta mucho entender y que, frecuentemente, nos lleva a posiciones de intolerancia absolutamente inimaginables.

Los ejemplos los podemos ver en nuestra vida cotidiana, en la actualidad política o en los debates científicos. Por mucho que tengamos claro -y lo esté-, que lo que proponemos es algo evidente e incuestionable, dista mucho de ser suficiente para conseguir que otra persona, o grupo, cambie de parecer. La ciencia ha probado, de forma concluyente, que la lógica y la evidencia no consiguen acuerdos.

Entonces ¿qué es lo que lo hace? Al parecer, si partimos de estos tres consejos, la posibilidad de conseguirlo puede tener una opción real.

En primer lugar, darle a la otra persona una posibilidad de salida. Odiamos admitir que no tenemos razón, y es imposible luchar contra esto. Cuanto más intentemos que alguien admita que esta equivocado, más conseguiremos que se enroque en su posición.

En lugar de esto, intentemos dar una salida distinta (o digna, si se quiere ver así). Convenzámonos a nosotros -y al otro-, que nuestro punto de partida estaba equivocado y que, estamos dispuestos a considerar nuevas posibilidades, que antes no nos habíamos planteado. En cierta forma estamos desactivando las armas que la otra persona estaba intentando utilizar contra todos nuestros argumentos.

En segundo lugar, y este es un paso todavía más atrevido y costoso, empaticemos con la perspectiva que tiene el otro. De hecho, muy a menudo podemos coincidir en algunos aspectos de razonamientos supuestamente contrarios, pero al ponernos en una situación de confrontación, toda posibilidad de microacuerdos, desaparece.

Partiendo de aquello que nosotros también podemos sentir o entender, forzamos a nuestro interlocutor, a hacer lo propio. La situación cambia, cuando empezamos a construir una postura común desde estos pequeños acuerdos. Para esto es necesario olvidar juicios, expectativas o ideas preconcebidas. Es como si nos hiciésemos un auto borrado mental para poder comenzar de cero.

En el fondo, si alguien no está de acuerdo con nosotros, no es porque esté él equivocado, o lo estemos nosotros. Es porque cree algo que nosotros no creemos. O viceversa.

La clave es encontrar estos puntos en común, para poder ajustar nuestras frecuencias y comenzar el diálogo de verdad. El que construye, no el que destruye. Puede que nuestra mayor preocupación sea el medio ambiente y la de nuestro interlocutor la caída del empleo. Si conseguimos entender que una y otra están íntimamente relacionadas, el cambio -y el acuerdo-, pueden ser posibles.

Por último lugar, debemos practicar salir de nuestra burbuja, o zona de confort, o espacio seguro. ¿Es fácil? En absoluto. Pero no es imposible. Si entendemos que podemos tener buenas relaciones con personas que piensan diferente a nosotros o que están en posiciones antagónicas a las nuestras, lo estaremos consiguiendo.

Es un trabajo que, por ejemplo, está logrando la psicología positiva en las organizaciones. Frente al mantra de ¡aquí se viene a trabajar y no a pasarlo bien!, ya son muchas las empresas que han visto que promocionar el bienestar psicológico en sus trabajadores, es una potente forma de incrementar el rendimiento de sus compañías. Unos y otros han tenido que salir de sus cajas, para entender que, en el fondo, querían lo mismo.

La pregunta que nos debemos hacer a la hora de proponer un diálogo es muy simple ¿estamos dispuestos a cambiar nuestros puntos de vista? Si la respuesta es un emocional "no", tenemos problemas. Porque, desafortunadamente, si no incorporamos a la voluntad de diálogo, la humildad, éste será imposible.

@LeocadioMartin