Al paso que va el calentamiento de masas sentimentales a cargo de mentirosos pertinaces que anteponen sus intereses a una causa que podría tener recorrido legal con líderes honestos, mañana puede ser una jornada pírrica o un gran día si impera la sensatez y se cumplen las leyes.

En el peor supuesto, Cataluña se queda chica para los numerosos y significativos disidentes que rechazan el trágala del referéndum, el embuste engordado de la doble legalidad y el baile obsceno de los enemigos cercanos -Junqueras y Mas- y el sexteto desafinado de la CUP -Antonio Baños, Anna Gabriel, David Fernández, Quim Arrufat, Gabriela Serra e Isabel Vallet-, amén de estrellas de medio pelo como Puigdemont y Forcadell.

A las disidencias silenciosas -en su mayoría causadas por la presión y la amenaza- les salieron portavoces y paladines que dicen no a la trampa y la impostura, personas con biografía y crédito, que, precisamente, es la carencia común de los capos independentistas, que inventan sin pudor o callan directamente en cuestión de currículos.

En unas horas, mientras la perdiz vomita por tantas vueltas y despropósitos, Joan Manuel Serrat denunció la falta de rigor y transparencia del referéndum y el fundamentalismo estelado le cayó encima acusándolo de traidor y de fascista. En este caso, la injusticia, la ingratitud y la incultura tuvieron temprana y oportuna respuesta: prefiero vivir con miedo a vivir vergüenza.

Crece el bando de los traidores a la legalidad inventada con mil firmantes, en representación del pensamiento y las bellas artes; se unen a los científicos que ya expresaron su rechazo al fondo y la forma del procés, tan pródigo en intimidaciones y falacias; y con el pleno del Círculo de Empresarios, que la califica de fraude impresentable y llama a la restauración plena del estado de derecho; y con los centenares de profesores de derecho constitucional, entre los que aparecen titulares de las universidades catalanes, que denuncian las falsedades, chapuzas y atadijos para justificar lo injustificable, y la facilidad con la que las trolas y groseras artimañas prenden en las mayorías enardecidas. Como moraleja del esperpento, la esperanza está en los traidores. Veremos.