Existen muy pocas certezas en la economía, un mundo que se mueve siempre en el análisis y las dudas. Pero una de ellas es que las burbujas, tarde o temprano, terminan explotando. Y hay que añadir a esa evidencia otra igual de importante: quienes están dentro de la burbuja se darán mil explicaciones para pensar que no va a reventar.

Aún nos estamos limpiando el polvo que nos dejó el derrumbe del ladrillo. La gran crisis de la deuda se llevó por delante a los bancos públicos -las cajas de ahorro, felizmente gestionadas por políticos, sindicatos y patronales-, cuyo agujero ha costado cincuenta mil millones a todos los españoles. La causa de ese estropicio fue, en gran medida, la concentración del crédito en promociones inmobiliarias y el precio disparatado que llegó a adquirir el metro cuadrado de una vivienda en este país. No quisimos ver que el crecimiento del precio no podía mantenerse indefinidamente y que era imposible que la gente siguiera comprometiéndose a pagar una deuda que era sencillamente impagable. Estábamos intentando engañar al mercado y nos dimos el gran batacazo.

Desde hace unos años, el turismo crece de forma constante y por encima de las previsiones de los más optimistas. Este año será el octavo en el que los visitantes, más de 83 millones, desbordarán las previsiones del Banco de España. El turismo aporta ya el 11% del PIB español, casi 120.000 millones de euros y una gran parte del empleo, que supera los tres millones de puestos de trabajo. En Canarias el sector turístico es aún más relevante porque "tira" del comercio y de los servicios turísticos -restauración, transporte, etc.-, transformándose en el motor de nuestra economía.

La previsión es una de las virtudes teologales de los buenos gobiernos. Administrar las cosas de hoy consiste también en prever las adversidades del mañana. Por eso tenemos fondos de pensiones y nos hacemos seguros de vida o de accidente. Si pensamos que el turismo en Canarias, que va a rebasar los quinces millones de visitantes, va a seguir creciendo eternamente a las mismas tasas que hasta ahora, es que estamos locos. Primero porque no será así. Y segundo porque nuestras islas no lo soportarán.

El otro día discutía con un amigo el hecho de que Fuerteventura tiene menos censo electoral que La Palma, aunque tiene veinte mil habitantes más. El aluvión de residentes extranjeros y de mano de obra foránea en Lanzarote y Fuerteventura (como en el sur de las dos grandes islas) ha supuesto una presión sobre el territorio cuyos primeros efectos ya son perceptibles. Nuestras islas se degradan a pasos agigantados. No podemos seguir haciendo infraestructuras, tendiendo piche, poniendo coches a circular?. hasta el infinito y más allá. El turismo un día se estancará. O empezará a decaer porque nuestro destino afloje o se ponga otro de moda. No estar preparados para eso es como tener una pistola apoyada en la cabeza y el dedo jugando con el gatillo. Justo como estamos ahora.