La playa de El Médano volvió a cerrarse por la bacteria procedente de las aguas fecales. En Radazul, con 30 grados, los vigilantes de la playa volvían a alertar a los bañistas para que salieran a consecuencia de las puñeteras "microalgas", manidas hasta el vómito. Y esto es lo hay un día sí y otro también por todos lados. La calentura popular es superlativa, sin que los políticos, que han llegado mal y tarde, puedan hacerle frente a un problemón que se ha montado en las redes espontáneamente. Mil conjeturas mezcladas con otras mil realidades han creado una conciencia colectiva que entiende que todo lo que ocurre con nuestro mar es fruto de su incompetencia, la política. Y claro, hoy el escollo sufrido es doble: el mar y su credibilidad.

Hace una década, un intangible empute popular hizo salir a la calle a casi cien mil personas para que no cortaran unos pinos en Vilaflor: El pueblo soberano entendía que por allí no debía pasar ningún tendido eléctrico. Aquello se convirtió en pandemia y los políticos tuvieron que claudicar. Hoy, el impacto de la alternativa tomada entonces, que son las torretas eléctricas en la autopista del Sur, es un bombazo medioambiental mucho más duro que la tala de aquellos pinos. La gente aquí es rara. No sale a la calle por la sanidad, la crisis o el terrorismo, sale por unos pinos. Y lo que ocurre hoy me recuerda al caldo de cultivo de aquel equivocado "espíritu de Vilaflor". Lo único que espero es que los políticos, esta vez, tomen la mejor opción. O al menos, alguna.

@JC_Alberto