Este fin de semana pasado recibí el inusual obsequio de unos racimos de uvas, recién cortadas en la zona de Trevejos, de manos de un matrimonio dueño de un restaurante en Vilaflor, especializado en guisar con maestría nuestros sabores más canarios. Al parecer, dicho desde mi ignorancia como viticultor, el adelanto de la vendimia por el clima caluroso de agosto ha originado el inicio de la recolecta, que al parecer ha venido más generosa de lo habitual para gozo de bodegueros y bebedores incondicionales. Pero al abrigo de estas cosechas surge en este mes la tradición por los Cristos en los diferentes municipios de la Isla, donde los crucificados hacen un alto para abrir sus brazos y tutelar a todos los creyentes, que se apresuran a celebrar todo su ritual litúrgico. También, de igual modo surgen las celebraciones en honor a la Madre, que tiene su representación más singular en la advocación de la Virgen de Candelaria y su versión siamesa de la del Socorro, puesto que las dos se complementan para revivir la tradición histórica de su hallazgo en Chimisay por unos humildes pastores, que recientemente han sido esculpidos e inmortalizados rindiendo tributo de devoción a la sagrada imagen que portan en sus manos, y que han sido emplazados en una rotonda urbana que conduce al inicio del tradicional camino hacia la costa, donde como todos los años los güimareros y creyentes conforman un multitudinario séquito de acompañantes hasta la breve estancia en la ermita costera de su nombre.

Aunque no existen cifras exactas, los acompañantes suelen contabilizarse en varios miles de peregrinos, que reviven con devoción el rito que de siempre han visto cumplir desde la infancia en su propia familia. Una peregrinación romera que se precia de ser la más antigua de Canarias, que tiene su respuesta en la presencia de destacadas figuras de la vida política y social. Siendo la primera opción la más necesitada que está para combatir el mal fario encubierto de la contraofensiva del PP, ante la negativa del gobierno a cederle todas las competencias exigidas por su partido para administrar los recursos públicos al alimón. Pues conviene recordar que la mayor exigencia en estos presuntos intentos de acuerdo es siempre el acaparamiento y administración de los recursos económicos públicos, y todos aquellos otros que generen actuaciones que sirvan para premiar los patrocinios recibidos en campaña electoral. O dicho de otro modo, licencia para meter con libertad la mano en la lata del gofio tributario, a fin de emplearlo luego en su conveniencia partidista. Y cuando expreso esto, no puedo olvidar el brillo sibilino en los ojos de Australia Navarro, al manifestar a la prensa la ruptura de las negociaciones con Coalición Canaria, cuya traducción se podría resumir con una frase harto conocida: "Ahora se van a enterar de lo que vale un peine", y vaya que sí se están enterando, porque han empezado por Icod, y ya tienen en cartera a Tacoronte y La Laguna, y todo lo que rezuma nacionalismo. Y de este batiburrillo de acciones, la curiosa contraposición resultante es la búsqueda de apoyo partidista a nivel nacional, con ayuda del voto incondicional de Oramas y la abstención de Quevedo, y de cuyo resultado estamos beneficiándonos de forma circunstancial de algunas prestaciones, tradicionalmente olvidadas en los presupuestos para Canarias. Ni contigo (en Canarias) ni sin ti (en Madrid). Nada más que ver cómo se agilizaron de improviso las listas de espera sanitarias por el apoyo dado a Rajoy a favor de los presupuestos; o se concedieron los descuentos a los residentes para viajar entre islas o a la Península. Como para vomitarse de asco ante tanta hipocresía, vamos.

Ante lo expuesto, no nos extrañarían las muchas peticiones que va a recibir la Virgen del Socorro, empezando por las de la propia alcaldesa güimarera, que de cumplírseles se sentirá obligada a personarse todos los años y tragarse todo el polvo del camino y los rigores solares, porque, no lo olvidemos, muchos de los representantes públicos tendrán que personarse también en la vecina celebración del Pino en Teror, porque, al margen de las creencias, en estos menesteres la ciudadanía pasa lista de los presentes y consigue que la información engorde las cifras de asistentes que superen a las del vecino. Desolador empeño de tergiversación de una tradición religiosa, unida a la previsible solicitud encubierta de socorro político. Mucho cuidado, pues, con la vuelta al trabajo y el encono subliminal a la crecida de las mareas de septiembre.

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