Conocí en 1970 la historia y leyenda del lago Nemi, donde Cayo Julio César Augusto Germánico (12-41) mostró sus sucias perversiones. Hijo del general Germánico, que, a su vez, era hijo adoptivo de Tiberio, heredó de este el Imperio Romano, junto a Gemelo y, tras asesinar a este, lo gobernó en soledad. Mantuvo el poder absoluto mil cuarenta y cuatro días, en los que ordenó proyectos vacuos y campañas fallidas; arruinó la hacienda; cargó de impuestos a los notables y exprimió con tasas a la plebe; perpetró asesinatos y venganzas con parientes y aliados; traicionó acuerdos y premió a sátrapas; prostituyó a sus hermanas y violó a las mujeres de su entorno. Como colofón de las provocaciones, nombró a su caballo para un asiento en el Senado.

Fue asesinado a los veintiocho años por unos centuriones pagados por influyentes ciudadanos el 24 de enero del año 41 como aviso contra la perpetuación dinástica. Con Claudio como sucesor, se borraron los registros de su gobierno, pero su memoria proscrita no dejó de crecer por la capacidad de supervivencia, e incluso de inmortalidad, de los canallas.

En el lago Nemi, donde tuvo culto Diana cazadora, Calígula fabricó tres villas flotantes para sus bacanales, hundidas poco después de su muerte. La fama de sus tesoros motivó que en 1446, Próspero Colonna; en 1535, Alejandro de Medicis; en 1827, Anessio Fusconi, y en 1895, Elisseo Borghi, cada uno con los medios y técnicas de su épocas, patrocinaron inmersiones y recuperaron valiosos elementos, expuestos luego en instituciones públicas.

La gloria del rescate se debió al "duce" Mussolini, que sin medir gastos vació el lago con bombas extractoras y descubrió dos embarcaciones de setenta metros que fueron expuestas, desde 1928, en un museo construido en la pequeña localidad. En 1944, y acaso como venganza, cuando las tropas nazis abandonaron Italia, entre otros desmanes, quemaron el museo y su contenido.

Nuevas investigaciones localizarom una tercera nave, y el alcalde y los dos mil habitantes del pequeño pueblo del Lacio ya buscan ayudas y compromisos públicos para recobrar una parte de la historia de Roma, "tan afrentosa como atractiva", para impulsar la economía local, "que precisa incluso del recuerdo de las ruindades de los tiranos".