En materia de gestión de sus aguas residuales, la isla de Tenerife vive una situación tercermundista que, aunque nos cueste reconocer, debemos asumir en toda su crudeza para poder hacerle frente con la contundencia necesaria. No podemos permitirnos continuar así ni un minuto más. No sólo porque somos una isla con una nivel de desarrollo que no cabe asimilar con territorios que son incapaces de cuidar de su medioambiente terrestre y marino, porque se les va la vida en paliar la miseria en la que viven sus habitantes, sino también porque nuestra principal fuente de ingresos es el turismo y le debemos a este sector una isla digna de la excelencia que como destino turístico aspiramos a alcanzar. Además estamos obligados a cumplir con unas directivas comunitarias que ya están generando sanciones en algunas comarcas de la Isla, precisamente por sus vertidos de aguas residuales sin depurar al mar. Y, también, porque si la isla vierte anualmente al mar 13,8 millones de metros cúbicos de aguas sin depurar, según datos oficiales del Cabildo Insular, sería ingenuo pensar que eso es algo que se puede hacer sin sufrir las consecuencias en nuestras propias carnes más temprano que tarde.

Ante problemas de semejante envergadura, se precisan acciones de igual nivel. Porque, aunque es imprescindible diagnosticar y cuantificar la situación, como ha hecho el Cabildo Insular recientemente, lo realmente decisivo es actuar en consecuencia a continuación. Es decir, demostrar la voluntad política de afrontar este deplorable panorama priorizando su solución de la única manera que resulta efectiva: aplicando la dotación financiera suficiente para apoyar a los municipios a realizar obras de infraestructuras básicas, como las redes de saneamiento urbano y su conducción a los colectores y las depuradoras comarcales.

El Cabildo ha cifrado en mil millones de euros la cantidad necesaria para depurar y canalizar las aguas residuales que actualmente se vierten sin depurar en tierra y mar (más del 60% de las mismas según sus propios datos), contaminando nuestro subsuelo, nuestros acuíferos y nuestro mar, y poniendo en peligro el futuro de nuestra principal fuente de riqueza, que está sustentada sobre las muchas bondades de nuestro entorno natural. Pero el gran plan de actuaciones que ha elaborado el Cabildo Insular como hoja de ruta de aquí al 2021, el famoso MEDI, apenas contempla 80 millones de euros para este cometido. ¿Guardan ambas cifras la mínima proporción? La respuesta es no.

Pero vayamos por partes. En Tenerife es bien conocido y muy comentado el afán de Carlos Alonso por ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro de todo lo que se cuece en la Isla, incluido en aquello en lo que no debería meter cuchara bajo ningún concepto, como ciertos recientes procesos en el ámbito deportivo. ¿Por qué entonces este empeño en pasar de puntillas en lo que concierne a las obras de saneamiento que son necesarias acometer y que a día de hoy es uno de los principales problemas de la Isla? La respuesta es muy sencilla: se trata de obras que no lucen, que están bajo tierra y con las que resulta un poco más complicado de lo habitual aplicar el plan de "marketing" personal que el presidente insular puso en marcha sin pausa, y hasta con prisas, según inició su mandato al frente de la corporación insular.

Aún así, una cosa es ese afán, ese pecadillo de soberbia que le domina y que le pasará factura, y otra cosa faltar a la verdad. Porque en lo que concierne a las obras de saneamiento municipales, el pilar de todo el sistema de saneamiento, tengo que decir que ya me he hartado de escuchar a Carlos Alonso cosas que no son ciertas y de observar cómo echa balones fuera en asuntos que forman parte de su responsabilidad como máxima autoridad en la Isla.

Es completamente incierto que el anterior Plan de Cooperación Municipal para obras y servicios 2014-2017 tuviera como carácter finalista la ejecución de obras de saneamiento. Lo digo, y lo puedo decir con absoluta certeza, porque, como alcalde de Los Realejos que soy, doy fe de que en mi municipio esos fondos se han utilizado para asfaltar calles, para arreglar plazas? Es decir, para obras necesarias pero no necesariamente relacionadas con el saneamiento.

Y si el nuevo Plan de Cooperación Municipal 2018-2021 va a quedar vinculado exclusivamente a la realización de obras de saneamiento, es porque así se lo solicitamos los propios ayuntamientos al Cabildo Insular en el marco del Consejo Insular de Administración Territorial (CIAT).

En este caso, las verdades a medias del presidente insular son mentiras disfrazadas con las que intenta exhibir una voluntad política que igualmente es falsa, como les voy a demostrar a continuación.

En el primer y reciente debate sobre el estado de la isla, el Grupo Popular, consciente de la gravedad de la situación, elevó al pleno una propuesta de resolución para incrementar en diez millones de euros la dotación del próximo Plan de Cooperación Municipal, al objeto de que se ejecutaran el máximo número posible de obras de saneamiento en los municipios que estuvieran en condiciones de hacerlo. Y la respuesta de los grupos de gobierno, CC y PSOE, fue negar esa partida extra que, aunque francamente modesta, tenía el propósito de ser la percha para un incremento mucho más significativo en los próximos presupuestos. Además pretendía simbolizar el compromiso de la corporación con el grave problema que tiene Tenerife en materia de saneamiento. Aprobar nuestra propuesta habría sido predicar con el ejemplo. Negarla fue un claro ejercicio de hipocresía por parte del grupo de gobierno.

Estamos hablando de una cuestión de prioridades. Y también del área de responsabilidad que compete a cada cual. Porque no se entiende que el presidente del Cabildo Insular desprecie los quince millones de euros que ha puesto este año el Estado para iniciar el cierre del anillo insular, y pretenda acometer una inversión de trescientos millones de euros con sus propios medios en un área que no es de su competencia, pero se niegue a incrementar las ayudas a los ayuntamientos para obras de saneamiento. Y si eso no se entiende, lo que no tiene ni por dónde cogerlo es que la corporación se meta en el fregado de construir y financiar con sus propios medios un Circuito del Motor para tapar sus vergüenzas de décadas de fracaso e incumplimiento con los aficionados a este deporte, en lugar de poner los más de treinta millones de euros que cuesta esta infraestructura al servicio de necesidades de la población en general.

Gobernar es priorizar. Y a veces también significa tomar decisiones impopulares. Es ser leal con los administrados no gastando más allá de lo necesario, como en el caso del anillo insular, y dejar sin cubrir otras necesidades más apremiantes, como las obras de saneamiento. Es defender el interés general en vez de meterse en el terreno de la iniciativa privada poniendo en riesgo el dinero público, caso del Circuito del Motor, y dedicar ese dinero a financiar otras necesidades más acuciantes, como la dependencia y la atención temprana. Gobernar es ser serio y responsable, y eso significa, en muchas ocasiones, renunciar al continuo protagonismo en la farándula política y mediática. ¿Lo conseguirá algún día el presidente insular? Me temo que, a estas alturas de su mandato, mucho y muy deprisa tendría que cambiar. Es más, además de impostado, un giro tan brusco sería inútil. Los tinerfeños ya tienen muy claro que Carlos Alonso no es la persona con la actitud adecuada para presidir el Cabildo Insular.

*Presidente del Grupo Popular en el Cabildo de Tenerife