Acercándonos a cualquier ciudad con el tiempo suficiente para escudriñarla, nos tropezaremos con una serie de elementos urbanísticos que la definen como interesante y atractiva. Nos referimos a aquellas que, teniendo en cuenta las lógicas evoluciones y cambios, conservan la unidad y armonía que siempre las han caracterizado. Sus urbanistas han dedicado sus tiempos y conocimientos a enriquecerlas y no a destruirlas. Ávila puede constituir una inigualable referencia por lo que se entiende respeto al territorio donde se vive, a las edificaciones y los paisajes que la conforman. Pasear por esa ciudad castellana nos invita a reflexionar sobre lo que tenemos más cerca. Y lo que tenemos más cerca, y más lejos, es nuestra ciudad: Santa Cruz de Tenerife. En estos últimos años ha sufrido una serie de transformaciones debidas, sobre todo, a asentamientos industriales contaminantes, a los medios de transporte, autopistas, intercambiadores, centros comerciales, múltiples edificios que albergan una formidable burocracia que entorpece el desarrollo de la capital... La espectacular arribada de trabajadores procedentes del medio rural, la escapada de otros a las nuevas urbanizaciones denominadas, graciosamente, de lujo, han incrementado notablemente el valor de los terrenos y allí, donde, por ejemplo, un día lejano se erguía una tímida y, a la vez, hermosa ermita, los interesados y extraños diseños que emanan desde distintos despachos técnicos convierten los espacios aledaños en una grandiosa especulación del suelo.

Siendo alcalde José Emilio García Gómez, en 1992 Santa Cruz consigue el retorno del 50% del suelo que hasta el momento ocupaban la Refinería y Disa. Todos los chicharreros festejamos aquel hecho porque, entre otras cosas, pensábamos, ingenuamente, que la ciudad tenía, por fin, un cauce para su crecimiento natural, obstaculizado desde siempre por lo barrancos y la citada industria. Nacía, pues, Cabo Llanos con esa finalidad: la expansión. Pero, cómo no, detrás, en el fondo, en la superficie y por donde se mirase, fluía un espectacular negocio consistente en comprar las pequeñas casas a los habitantes del barrio por cuatro perras, ofreciéndoles unas nuevas y estupendas viviendas en el extrarradio. El resultado está a la vista. Cabo Llanos es una de las zonas más caras de El Chicharro... sin tener una plaza. Sin embargo, un poco más arriba, en el barrio de La Victoria, edificado en la década de los 40 sobre los terrenos de Los Molinos, una de las fincas más extraordinarias de entonces (se atravesaba por una pista de tierra que conducía al citado barrio), podemos disfrutar de varios parques y zonas verdes que los vecinos miman continuamente.

Distintas corporaciones se han sucedido hasta llegar hasta hoy, no precisamente con demasiados aciertos. Un nuevo Plan General de Ordenación de Santa Cruz de Tenerife, con el beneplácito de la Cotmac en 2013 (aquí están implicados Gobierno canario y Ayuntamiento), se atasca otra vez y salen a la luz las incompetencias de gobiernos municipales anteriores y las torpezas y sorpresas que nos depara la siempre bienamada Gerencia de Urbanismo. Además de continuar intocable la tropa de técnicos, abogados, administrativos, concejales, asesores, capitaneados todos por el primer edil, es decir, el alcalde, los ciudadanos hemos costeado, con impuestos onerosos, este Plan anulado ahora por el Tribunal Superior de Justicia de Canarias. No hay que olvidar que la Cotmac es un órgano de deliberación del Gobierno canario formado también por un contingente de especialistas en estas materias. No se entiende, pues, que todos estos grupos hayan estudiado y proyectado un Plan al que le falta otro plan que contemple la Ley de Evaluación Ambiental, que es la que garantiza la máxima protección ambiental, ley que sentencia que "la injustificada duración de la tramitación de este procedimiento no protege más el medio ambiente, antes bien, genera una mala imagen de la normativa ambiental".

Afirma el alcalde actual que se va a revisar el Plan General de 2005, ya que se puede analizar el fallo para "modernizar" y "actualizar" la ciudad a los tiempos actuales y mantiene un "mensaje de tranquilidad porque es una garantía para la inversión". Si esta garantía se cuece en el Ayuntamiento, estamos aviados. De ahí salieron, por ejemplo, todas las licencias para la ampliación trasera de la desaparecida Clínica Capote, ubicada en el barrio de Los Hoteles, y que hoy sirve para que los viandantes saquen fotos de aquel adefesio abandonado por un clan médico protegido por los técnicos municipales y el Colegio de Arquitectos, a pesar de las quejas vecinales.

Dice el alcalde que los servicios jurídicos se pueden equivocar, son humanos. Y tan humanos que olvidaron tamaño documento que influye en el proyecto de una ciudad a través de la gestión urbanística.