Durante años ha sido la ansiada tierra prometida para muchos ciudadanos del mundo y especialmente para tinerfeños y canarios en general. Era un país rico en recursos, con parajes espectaculares, un clima benigno y gente sociable, una tierra que enamoraba al visitante e incentivaba al emigrante. Tenía, además, petróleo, generador de grandes economías, y es quizás aquí donde radica su gran infortunio, que ya se ha convertido en una verdadera tragedia.

Cuando tenía 18 años, unos vecinos de La Higuerita hablaron con mi madre para llevarme con ellos a Punto Fijo, Estado Falcón. Era un matrimonio de unos cuarenta años, sin hijos, pero con fortuna económica, por lo que prometieron traerme todos los años, e incluso conseguir la ansiada "carta de llamada". En aquel tiempo, la década de los cincuenta, todos los jóvenes soñábamos con ir a Venezuela en busca de fortuna. Muchos amigos viajaron, pero, como todo en la vida, algunos alcanzaron sus sueños y otros no. Mi madre se negó y a mí realmente no me entusiasmaba la idea, así que acabé siendo activo y trabajador en mi propia tierra. No me arrepiento de esa decisión, como tampoco de la que tomamos unos años antes en Jaén, cuando mi jefe de entonces intentó convencer a mi madre para quedarme allí. Al final la tierra tiró y me pudo la nostalgia. Las decisiones llevan a tu destino, y el mío fue conocer a la mujer de mi vida, y casarnos tras dos años y siete meses de novios. Han pasado cincuenta y cuatro años y espero que nos den una medalla.

Volviendo con la República Bolivariana, ese hermoso país que desde tiempo inmemorial nunca ha tenido paz y seguridad. Hace años conocí a un militar, don Cecilio Marrero Castro, suegro de mi entrañable amigo Pepe Ies Márquez. Creo que era coronel de la Guardia Civil, pero también asesor de Pérez Jiménez, quien lideró un golpe de Estado en los años cuarenta, consideraron un dictador, pero que dirigió el país con mano de hierro y con quien tuvo la etapa de mayor crecimiento, desarrollo y paz en la historia de Venezuela. Lo derrocó la democracia y desde ese instante el país no ha salido de un golpe de Estado detrás de otro con gobiernos de derechas o de izquierda, hasta llegar a Chávez y ahora al camionero Maduro.

Con el país pasando hambre, miseria y a punto de una guerra civil, los medios e Internet nos saturan con infinidad de información para intentar que haya una respuesta social desde el otro lado del Atlántico. Entresaco algunos aspectos relevantes de uno de los correos que he recibido, titulado "La verdadera razón detrás de la constituyente y por qué sí va", de un grupo analista de geopolíticos llamado Interalios. No se trata de chavistas o maduristas, ni de las negociaciones que puedan hacer el Papa o Zapatero, tampoco de cárteles de la droga ni de injerencias cubanas, ni es un invento de Diosdado, es mucho más terrible que todo eso. Según los analistas, la mentada Constituyente servirá para que Maduro haga y deshaga a su antojo, pero sin tener en cuenta que actualmente ningún inversionista prestaría dinero a Venezuela, y necesita 5.000 millones de dólares para atender parte de su deuda. La actual Asamblea General no permitiría a Maduro llevar a cabo irregularidades, pero con la Constituyente y una parte de la población a su favor, hará lo que ya tiene tratado, cederá los pozos de petróleo a Rusia y China, únicos países que invertirían y que harían todo lo posible por mantener a Maduro en el poder, hasta que se le acabe el dinero y se escape con los suyos a una dacha al Báltico, mientras el pueblo afronta la pobreza, la falta de asistencia, y el enfrentamiento y la muerte de los ciudadanos que se manifiestan por una solución. Venezuela se convertirá en lo que fue Cuba en los peores años del castrismo.

La salvación no llegará de una Europa que languidece y está en constante contradicción, ni de la ONU, que es un simple escaparate, e imaginen al contradictorio Trump con capacidad y decisión para salvar la Octava Isla: veríamos entonces las quejas de Podemos, que quieren una España a imagen y semejanza de la República Bolivariana. ¡Pobre Venezuela!

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