La mayor manifestación mundial ha ocurrido estos días en Madrid, y ha pasado de una reivindicación a la prolongación de un carnaval en el que participan dos millones de personas. Les representa una bonita bandera multicolor que cuelga de establecimientos, restaurantes y ayuntamientos, y escogieron los colores del arco iris para simbolizar que han logrado salir del armario. A estas alturas dudo que nadie discuta su condición, y aunque son libres de hacer y decir lo que quieran, no voy a ser yo el que no acepte lo que desean. Les felicito porque ya se pueden casar y adoptar niños, han conseguido los mismos derechos sociales que las parejas heterosexuales, y creo que les queda poca cosa que conseguir, salvo los problemas que tienen todavía para poder registrar como hijo de ambos, el nacido naturalmente de uno de los componentes de la pareja. Se lanzan a la calle exaltando su condición, pero preferiría una celebración menos alocada y estrambótica, y no entiendo que tengan que ir semidesnudos y alardear descaradamente lo que son. No creo que esa cabalgata sea para todos los públicos y puede que haya criaturas que no comprendan ciertas cosas.

En España han sido perseguidos, acosados, y en algunos casos agredidos, pero creo que hoy la sociedad está más concienciada. Respeto su forma de vida pero no les permito que se sobrepasen, y percibo que hay quien desea pasar desapercibido y llevar su vida sin que nadie les moleste. Aquí en Santa Cruz recuerdo una redada donde detuvieron a un montón de homosexuales. Fue hace muchos años en una casa de la calle María Cristina, la Policía Nacional se llevó a comisaría a gente de todo tipo, de distintas profesiones, condición social, y dicen que hasta curas. Se detectó por las quejas de los vecinos a los escándalos que allí ocurrían.

Cada uno que haga lo que quiera, pero esta forma actual de etiquetarlo todo me molesta bastante. Estoy a favor del sentido común, como el que defiende en un buen artículo que salió en este mismo medio el pasado día 23, firmado por Julia Navarro. Habla de feminismo, de su condición de mujer, de la necesidad de conseguir la igualdad, que hombres y mujeres tengan los mismos derechos y obligaciones, y tampoco comprende la estupidez de obligar a distinguir el género en el habla, como las "miembras" de la exministra Aído, o la última mamarrachada a cargo de la Consejera del Gobierno Valenciano, la señora Moltós, que pide eliminar niñas y niños, y llamarlos criaturas. Tampoco tolera que muchas mujeres sean obligadas por los hombres a cubrirse totalmente y solo enseñar los ojos por culpa de una religión, o que siga habiendo diferencia de salario por género. Se siente feminista y lo declara con sinceridad y valentía, pero con lo que más estoy de acuerdo con ella es que algunos se empeñen en constituir un tercer sexo. No está en contra de los hombres, quiere igualdad no supremacía, y eso me recuerda a como distinguen a veces las tesituras en la lírica: mujeres, hombres y tenores, más por una cuestión de cabeza que de la propia voz.

No me gusta el camino al que nos lleva este relativismo moral. Seré antiguo, pero me educaron para que un hombre sea un macho, y soy feliz por haber sido padre, esposo y disfrutar del amor heterosexual con una mujer extraordinaria a la que siempre he respetado y admirado por su feminidad. Entiendo el amor y la pasión entre seres de distinto sexo, la química del noviazgo, el sueño de compartir tu vida, y disfrutar de todos los momentos cruciales de tu existencia con la mujer que adoras. Dirán que es lo mismo, no lo se, me quedo con los cincuenta y cuatro años de casados que haremos pronto y con cada beso que nos damos al entrar y salir de casa.

No me gustan las comparaciones fáciles, pido respeto y tolerancia para todos, y no voy a defender un Día del Orgullo Heterosexual, no vayan a llamarme machista, facha o retrógrado.

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