Las obras de mejora del cochambroso asfaltado de la autopista del sur tienen cabreada a bastante gente. No sólo se han agravado las colas, sino que, además, los conductores se tienen que mover a velocidades reducidas sobre una capa de tierra y polvo que encochina aún más los vehículos y a los propietarios. Pero es un hecho que si queremos mejorar el asfalto hay que hacer obras. Y que esas molestias temporales terminarán y podremos circular de nuevo por una carretera que no ponga en peligro los empastes de la dentadura.

Los alcaldes del Sur -algunos, por lo menos- han aprovechado la coyuntura de que a la gente se le esté subiendo la mala leche más de lo habitual para poner el grito en el cielo porque aún no se hayan comenzado las obras de mejora de esa vía. Es difícil decir que no tienen razón, porque la tienen. Pero hay cosas que son inexplicables.

El difunto pacto de Gobierno entre socialistas y nacionalistas (en paz descanse y dios lo tenga en su gloria) empezó a tener ciertas goteras porque el presidente del Cabildo de Tenerife se agarró una calentura por el retraso en iniciar las obras de las principales vías de la isla, más atascadas que la próstata de un octogenario. Y si no me falla la memoria, en esta isla casi todo el mundo se dedicó a mirar para otro lado. Nadie la lió cuando salieron las cifras sobre el desequilibrio de inversiones del plan de carreteras de Canarias en las dos principales islas, que favorecía a Gran Canaria no sólo en las carreteras ya hechas, sino en la llamada "senda de gasto", es decir, en las inversiones futuras. Y nadie consideró que debía poner el grito en el cielo cuando el Cabildo reclamaba actuaciones con urgencia en la autopista del norte, en la del sur y en el cierre del anillo insular.

Como la Consejería de Obras Públicas había caído en el área socialista, la sutil interpretación de las salidas de pata de banco de Alonso es que en realidad el presidente del cabildo tinerfeño, al que dejaron más sólo que la una, lo que quería era cargarse el pacto de gobierno hostigando a los responsables socialistas. La sociedad tinerfeña, de izquierdas, derechas y mediopensionistas, excepto los empresarios del sur agrupados en el CEST, siguió con su famosa y tranquila pachorra.

Con la llegada de Pablo Rodríguez, de Coalición Canaria, a Obras Públicas, dicen que se ha empezado a caminar. Que hay acuerdos posibles entre el Gobierno y el Cabildo para arreglar las carreteras (poniendo el Cabildo dinero de sus propios presupuestos), pero que se han encontrado con que los proyectos necesarios no estaban acabados ni preparados para licitar. O sea, que el trabajo no estaba hecho. Y seguimos como estábamos.

Si la sociedad tinerfeña se hubiera plantado hace tiempo por el colapso permanente de sus principales redes de comunicación (no hay situación igual en toda Canarias), estoy seguro de que el problema se habría solucionado antes. Tenemos justo lo que se merece el pasotismo de una sociedad que sólo sabe protestar dentro del coche.