Sigo sin entender cómo algunos miembros destacados del Gobierno se atreven a declarar una desaceleración del paro laboral del 28% al 25%, o más bien sí lo entiendo cuando leo que la Caixa Bank planea reducir un 50% de la plantilla de trabajadores de su filial Barclays, mientras unos sindicatos debilitados por su propia trayectoria argumentan que van a tomar medidas para dulcificar esta negociación.

La primera sorpresa, aunque parezca una mezquindad, la recibe un cliente habitual de la Caixa, que me llama indignado porque le han rechazado el ingreso de la recaudación, pues no le aceptan monedas por debajo de los 100 euros. Es decir, que si acuden con billetes y 99 euros en metálico le rechazarán el ingreso porque, al parecer, no disponen de personal para contar dichas cantidades; lo que es un contrasentido, porque añadiendo un euro más sí se lo validan. ¿A qué obedece esta controvertida orden, pregunta mi amigo, cliente habitual, a la directora de la sucursal? Y la respuesta es obvia: "No sabe, no contesta". Tal vez sea una premonición, pero pregunto: ¿tiene esto que ver con esa presunta operación de recorte de la plantilla de su filial Barclays-Bank?

Definitivamente no corren buenos tiempos para las actuales nóminas de trabajadores, progresivamente sustituidos por máquinas. Sin embargo, las ganancias publicadas en las Juntas Generales resultan cada día más boyantes a juzgar por los datos ascendentes, que dan respuesta a la vieja y manida táctica del tijeretazo a los gastos que suponen mantener un personal que consideran excesivo para los beneficios que generan. Y esto ocurre en cualquier empresa que se precie de ello, porque el ejemplo lo tenemos en la propia Isla e Islas adyacentes, cuando se habla del aumento progresivo de visitantes turísticos y la demanda de alojamientos, con personal adscrito a un contrato parcial o temporal, al que se le exige, pero no se le paga, trabajar el doble de las horas contratadas, so pena de no volverlos a reclutar para volver a someterlos a destajo en la plantación... (perdón, quise decir en la planta de hotel); y el ejemplo está en las camareras de piso, a las que se les incrementa la limpieza de mayor número de habitaciones y se les obliga a volver los fines de semana, vísperas de festivos o fiestas de guardar. Y los sindicatos, presumimos, tocando la mandolina como en la fábula de la cigarra y la hormiga.

Ante estas irregularidades laborales, políticamente consentidas, nos preguntamos cómo aún tienen la caradura de venir a negociar un voto favorable a los presupuestos del Estado, so pena de perder el mando y volver a convocar elecciones generales. Ahora sí está en Canarias la solución a tantos desafueros y recortes presupuestarios, hasta el cinismo de expresar que les gustaría venir a vivir en Tenerife a la hora de anclar de forma definitiva, y de paso, suponemos que para hacer trotar a su ritmo al rollizo delfín del partido gobernante y al recién elegido presidente regional. Lo que resultará cristalino es que no va a tener dificultades a la hora de percibir un retiro por jubilación. Como contrapartida, los menos afortunados tendrán que aceptar unos convenios laborales a la baja, con salarios precarios, antes inaceptables, que inevitablemente repercutirán en la Seguridad Social y derivarán en pensiones en estado de riesgo para una población más envejecida, que demandará mayor gasto sanitario, cuando todos conocemos el estado actual de precariedad de la sanidad pública en Canarias.

En cuanto a lo que acontece aguas arriba, sólo hay que destacar la enconada pelea del triunvirato socialista, mientras en la isla redonda un Román se esponja las plumas de su reelección y espolea a su mediador Quevedo para que endurezca las negociaciones con un dirigente que no las tiene todas consigo, porque le preparan un jaque en el tablero nacional.

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