Si los informes se comieran o sirvieran para pagar el plazo de la hipoteca, el del BBVA sería una buena noticia para todos los canarios, porque dibuja un panorama espléndido: un crecimiento de más de tres puntos y medio del PIB de las Islas y la creación de sesenta mil puestos de trabajo.

Pero lo que la verdad esconde es otra cosa. La triste experiencia nos ha demostrado que el crecimiento de la riqueza de las Islas no se corresponde con un crecimiento de las rentas de los trabajadores canarios, que tanto en las vacas gordas como en las flacas se han ido distanciando de la renta media de las familias españolas. El hecho es que nuestro mercado laboral está edificado sobre salarios extremadamente bajos que coexisten con un paro extraordinario. La fragilidad del tamaño de las empresas de las Islas, micropymes o autónomos, provoca también que los efectos de la crisis hayan sido devastadores y que la recuperación de los beneficios sea un proceso largo e incierto.

No es políticamente correcto, pero es cierto que en Canarias se ha producido un efecto llamada de mano de obra en los momentos de prosperidad económica. De los 140.000 puestos de trabajo que se crean en la hostelería, un gran número de empleos está siendo cubierto por trabajadores venidos de fuera de las Islas: un contrasentido si se tiene en cuenta que siempre hemos tenido una tasa de paro superior a la media estatal. Los empresarios presumen de mentalidad universal cuando dicen que al contratar no miran la partida de nacimiento de la gente. Queda guay. El argumento de la canariedad queda circunscrito entonces a los beneficios fiscales a las rentas del capital, a las ayudas por la ultraperiferia y al hecho insular. A la hora de escoger para cubrir la demanda laboral, resulta fantástico tener disponible una masa de trabajadores foráneos enormemente felices por conseguir un trabajo de ochocientos euros mensuales que les va a permitir apenas la pura subsistencia.

No sé muy bien dónde piensa el BBVA que se van a crear esos sesenta mil puestos de trabajo. Uno de cada cuatro canarios trabaja para el sector público. Casi setecientos mil están ocupados en el sector servicios (turismo, comercio, transporte y administraciones). Me resulta muy difícil pensar que en estos sectores se produzca un aumento vertiginoso de las contrataciones. La construcción y el comercio son nichos de empleo, pero no pueden absorber ese incremento por sí solos y no me parece que nuestra expansión industrial o agrícola vaya a ser el motor del empleo.

Pero en todo caso, ese tampoco es el problema. De qué vale que haya más trabajo si no cambiamos la estructura del reparto de la riqueza. Nos llenamos la boca hablando de los miles de millones que mueve el sector turístico, pero se nos olvida que gran parte de ese dinero orbita fuera de Canarias, en el gasto en origen y en beneficios que se externalizan. Las previsiones de crecimiento, por supuesto, son buenas. Pero a los efectos de esta sociedad son más falsas que un euro de chocolate.