Alfonso IX en el año 1218 ordenó crear "Escuelas de Salamanca", lo que se tradujo en la fundación de la primera universidad española, y por tal motivo se conmemora este acontecimiento con "Scripta. Tesoros manuscritos de la Universidad de Salamanca", que es la historia del libro manuscrito donde se recogen 21 piezas de códices medievales, visigóticos del siglo XI y XII hasta manuscritos coetáneos de la imprenta en el siglo XVI.

Estos manuscritos hablan del lenguaje y de la escritura, de los cielos y de la tierra, así como la evolución de la técnica preservada en la memoria que nos permiten reconocer 800 años de historia de manera singular. Además, Salamanca fue un atractivo histórico para generaciones de estudiantes que nos acercamos, en mi caso, a la Facultad de Medicina, obligados por su hechizo y por el deseo de hacernos médicos.

Dimos los cursos preclínicos en el viejo palacio de Fonseca y aprendimos a curar en su hospital clínico en una época que se respiraba en el ambiente salmantino una intelectualidad unamuniana que calaba no solo en nosotros, sino en aquellos recordados maestros.

Nos viene a la memoria profesores de acendrada sabiduría que eran unos compañeros más; allí conocimos a muchos canarios que llegaban de las Islas, donde se fraguó una amistad que se ha mantenido en el tiempo, y cuando nos hemos reunido con motivo de volver, una vez más a Salamanca, nos sentimos satisfechos y con el ánimo dispuesto a escarbar en lo que consideramos imperecedero, como fue nuestra vida estudiantil en esa tierra castellana.

Profesores como Sánchez Granjel, Morujo, Zamorano, Cuadrado, Moraza,Bartolochi, Llavero, Pumarola, Balcell, Querol, Luis García, Gandarias, Usandizaja, Bayo, y otros que influyeron desde su tribuna magistral lo que debíamos aprender y más tarde poner en práctica para ser médicos. Y con ese equipaje que nos acompañó durante seis años nos alejamos de Salamanca y nos dispersamos , unos y otros, a lugares diferentes para ejercitar nuestra profesión, pero siempre con el deseo del encuentro y de volver.

Recordamos a Salamanca con gratitud, desde las conversaciones en la Plaza Mayor una vez que se salía de las diferentes facultades hasta los pasillos de la Universidad, que actuaban como verdaderas tribunas del debate y de la discusión en una época ciertamente tormentosa políticamente, pero que intentábamos empujarla al baúl de los recuerdos.

Salamanca nos prestó cierta sabiduría, y ahora, cuando se rememoran los ocho siglos de su Universidad, no podemos sentirnos más que satisfechos al haber desarrollado nuestra vida estudiantil entre sus aulas y deambulado por su calles, enmarcadas en aquellas piedras amarillentas tan características y definitorias. Desde la calle La Rua, la Plaza Volta, Toro y Zamora hasta la avenida de Portugal, por donde llegaban también compañeros portugueses para integrarse en la Universidad Pontificia de la calle Las Conchas.