La ley de la gravitación universal funciona con todos los cuerpos cuya "caída" es directamente proporcional al producto de su masa e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia (o así). Pero no es lo mismo hablar de una manzana que de un prójimo que cae desde una quinta planta. Por eso, el relato fantasioso de Newton lo sitúa debajo de un árbol y no de un edificio.

Al presidente del Gobierno, Fernando Clavijo, le afearon que dijera esta semana que una de las consecuencias de la funesta autarquía mesiánica de Donald Trump es que Canarias podría optar a recibir una parte del turismo norteamericano que previsiblemente se verá afectado por las malas relaciones con Méjico. Le acusaron de alegrarse del mal ajeno.

En realidad, Clavijo sólo describió un hecho; una consecuencia posible. Como lo de la manzana que cae. Porque es una evidencia que las malas relaciones entre los norteamericanos y los mejicanos puede plantear un cambio de destino en cientos de miles de norteamericanos que, por si las moscas, prefieran pasar sus vacaciones en algún otro lugar que no esté caldeado por la mala prensa de su presidente.

La frontera entre lo políticamente correcto y la tontería a veces es una línea apenas perceptible. A nadie en su sano juicio se le ocurriría negar que en estos momentos buena parte de Europa, en general, y Canarias, en particular, se están aprovechando involuntariamente del mal ajeno. Un mal que ni hemos causado, ni fomentamos ni, por supuesto, deseamos. Pero que está ahí. La inseguridad en países de la cuenca del Mediterráneo ha espantado al turismo, ha supuesto un durísimo golpe para las economías de esas naciones y, de rebote, ha desviado a zonas más tranquilas a cientos de miles de viajeros.

Decir que Canarias puede convertirse en una nueva opción para el turismo norteamericano no es más que constatar lo obvio. De hecho, nuestra promoción exterior ha coqueteado ya con esa posibilidad en más de una ocasión, aunque, de momento, la difícil conectividad lo ha puesto difícil. Pero todo es posible. Cuando empezamos a realizar las primeras promociones en Rusia, más de cuatro se mearon de risa diciendo que lo de apostar por el turismo ruso era una pura entelequia. Hoy no hay más que irse al Sur para constatar en las zonas comerciales quiénes constituyen uno de nuestros grupos de consumo más importantes.

Escandalizarse por analizar lo obvio es de una mojigatería extrema. Se abren unas puertas y se cierran otras. Esa es la historia de la economía productiva. El "brexit" nos puede dar en la cresta. Y las locuras de Trump nos pueden enviar nuevo turismo. A saber. Lo más probable -entre ustedes y yo- es que no pase ninguna de las dos cosas. Pero decir que lo dicho por Clavijo es "alegrarse" de lo que les pase a los mejicanos es casi tan rocambolesco como defenderle diciendo que, naturalmente, el presidente de Canarias no apoya las políticas de Trump. La jodimos. Encima vamos a provocar una crisis en la Casa Blanca.