El respeto es el templo, el respeto lo es todo. Da igual la relación que nos una con el otro. De pareja, laboral o de cualquier otro signo, si no hay respeto no hay nada. Es siempre el primer ítem en cualquier escala de valores. El respeto requiere una especial carga de inteligencia y sólo son los torpes los que faltan al respeto. Hoy parece patrimonio de unos pocos, quizás de aquellos que siguen triunfando en las metas que se proponen. Escasea en las familias, en los colegios y en las parejas. El mundo parece estar cambiando para mal sus principios de convivencia, y si nos apropiamos de la terminología digital podemos decir que la falta de respeto se está haciendo viral.

El respeto ha existido hasta entre países en guerra. Es algo parecido a un código de no agresión a lo más profundo del alma. Algunos cuentan que el principal disparador de la falta de respeto al otro es la ausencia de autoestima propia. Es posible y no lo sé, lo que sí sé es que hay laberintos que una vez dentro no tienen salida, que hay puertas que es mejor no abrir y líneas que jamás se deben cruzar. La falta de respeto te separa del otro y te excluye del grupo. ¿Se puede recuperar el respeto una vez se ha perdido? Se puede, pero es terriblemente complicado. El respeto es humildad y es educación. Es eso que se mama en casa y se fortalece con el conocimiento. El respeto es un camino de tesón diario, el respeto es progreso. Sobre el respeto y su ausencia podrán escribirse mil libros y esgrimirse mil excusas. Aun así, y tal como empezaba: el respeto es un templo, el respeto lo es todo.

@JC_Alberto