La meta del nacionalismo no es otra que lograr que el territorio donde se vive llegue a constituirse nación.

Los pueblos han luchado por encontrarse desde que la humanidad tiene historia. Y la historia ni puede eludirse ni volverla al revés. Los pueblos se han hecho naciones por el camino del nacionalismo, y no hay que darle más vueltas y dejar de abundar en torpezas pseudoideológicas para justificar posiciones contrapuestas.

Los tres grandes fines políticos del mundo moderno (el bienestar, los derechos y el autogobierno) solo se comprenden en el marco de la nación: "Un pueblo libre es un pueblo que se autogobierna".

En el nacionalismo desde un centralismo tramontano -y, lo que es peor, desde posiciones políticas que se dicen nacionalistas-, vemos cómo se hace lo posible por enlentecer el proceso de construcción nacional adormeciendo conceptos claves y tergiversando sus fundamentos políticos.

Se sabe de las acechanzas que han tenido a lo largo de su existencia los pueblos para hacerse a sí mismos. Concretamente nuestro pueblo, el canario, ha sido atacado por diversos frentes con las lanzas de un aculturalismo feroz dispuestas a romper los vestigios que en el pasado y aún ahora impiden el desarrollo de nacionalismo canario.

Se ha dicho por ideólogos del nacionalismo "que el hombre moderno es modular y nacionalista". Ya no ocupa un puesto fijo en una sociedad tradicionalista y jerarquizada. Tanto el hombre como la mujer constituyen "piezas modulares" con su primigenia libertad y singularidad, pero adaptables y encajables a un "conjunto nacional" e identificados con este último, con la nación moderna y sus fines políticos.

No es fundamental poner la mirada en el pasado, él nos recrea, hasta nos entretiene y alguna vez nos justifica, pero la verdadera enjundia del nacionalismo es mirar hacia delante, hacia el futuro.

En Canarias y desde los fundamentos políticos de aquellos que se denominan nacionalistas, se hace muy cuesta arriba entender determinadas cuestiones. Destacan entre ellas que algunos que se llaman progresistas y nacionalistas tengan en la hoja de ruta cualquier pacto de gobierno, aunque sea con organizaciones políticas diametralmente opuestas con tal de liquidar a los iguales.

¿Y cómo es posible que lo que prime en la política del Archipiélago sea el revanchismo, la demagogia, la insulsez de argumentos que se apartan del fundamento del nacionalismo, y se queden sin ponérseles la cara colorada?

Quizás sea hora, si hay dignidad política nacionalista, que la coherencia ideológica dé un paso tanto por unos como por otros para que nuestra gente sepa con quién se juega los garbanzos.

Hay que dejar atrás el mascareo y subrayar una y otra vez que el nacionalismo que se dice profesar tiene como meta la construcción nacional de Canarias y poner los medios para que así sea. Si no, apenas hemos avanzado.