"Te vas, Patricia. Tienes que irte. ¿Tienes idea de lo que te espera si te quedas aquí? Los dos terminaríamos en un manicomio. Si no rompo este pacto lo lamentaré. Tal vez no ahora. Tal vez no hoy, ni mañana, pero sí más tarde. Toda la vida".

Si le quitan a Fernando Clavijo la mochila y le ponen la gabardina y sombrero de Bogart en Casablanca, es fácil imaginarse la escena del aeropuerto con el presidente del Gobierno empaquetando a Patricia Hernández en el avión de la oposición. Todas las cartas están ya sobre la mesa. Todo el mundo ha jugado. Y crece la evidencia de que el PSOE no ha sabido hacerlo.

La crisis debió quedarse en los ayuntamientos. Pero saltó al gobierno. Los socialistas han logrado que casi nos olvidemos de los incumplimientos locales de Coalición Canaria. Porque los últimos meses han sido una sucesión de provocaciones y rupturas protagonizadas por el PSOE en el pacto de gobierno regional. De aguantarlo todo pasaron a no tolerar nada. De la pasividad pasaron a la provocación. Y fue tal el cambio de actitud que algunos pensamos, por pura lógica, que los socialistas tenían atado y bien atado un repuesto para el pacto y que Patricia Hernández estaba acariciando la posibilidad de llegar a la presidencia. No era así. Y hoy todo parece un grave error de estrategia donde ya es difícil recular.

Articular un pacto para censurar a Clavijo es tan complicado y supone la unión de tan distintos y distantes partidos, que se vuelve tremendamente difícil imaginarlo. Para el PP en Madrid el voto de Ana Oramas es un aliado seguro que estará hoy y mañana. Pero es que, además, Mariano Rajoy ha percibido la verdadera dimensión de la tragedia de gobernar en minoría, prisionero de los dictados de una mayoría parlamentaria en la que hay una especie de concurso para ver quién aparece ante la ciudadanía como el que más leyes del PP tumba en menos tiempo.

A estas alturas no sólo no es descartable, sino que parece muy probable una convocatoria de elecciones una vez entrado el próximo año. Y en ese contexto, el PP quiere mantener buenas relaciones con sus aliados naturales, por si las moscas. Por su parte el PSOE también quiere crear la mayor distancia con los conservadores, después del desgaste sufrido por haber apoyado -a la fuerza ahorcan- la investidura de Rajoy.

Para los ciudadanos de canarias, el asunto no podrían haber salido peor. Que el PP se convierta en árbitro de las cosas en las islas tendrá consecuencias. Madrid tendrá al gobierno regional cogido por un anillo en la nariz, como a los bueyes. Ya nos podremos ir olvidando de ordeñar al Gobierno central a cambio de un apoyo que será recíproco. Pero ni siquiera esa certeza va a evitar la cita en el aeropuerto de los presupuestos. Allí estará el avión del pacto. Y si Clavijo no cambia de idea y de gabardina, habrá escena de despedida. "Siempre nos quedará Granadilla", le dirá a Patricia Hernández antes de subir la escalerilla.